Opinión

El pago a los holdouts desde una perspectiva internacional

La especialista asegura que la Argentina planteó con éxito la necesidad de regular el sistema financiero internacional y ahora tiene la oportunidad de consolidar esas políticas. Para ello, debe configurar una estrategia de alianzas diferente, no sólo en el G77, sino en un acuerdo norte-sur que avance a pesar del debilitamiento de los principales aliados regionales del país.

Por Alejandra Kern*

Considerar la problemática del pago de la deuda con los holdouts desde una perspectiva internacional puede ofrecernos diversos ángulos para el análisis. Elijo aquí solo tres elementos que me parecen sustantivos para aportar al debate.

El primero es que el contexto internacional importa y que ha cambiado significativamente desde el proceso de renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y aquel pago anticipado en 2005 a este organismo. En ese entonces, era clara la emergencia económica y política de algunos países como Brasil, China, India y Sudáfrica, que ofrecían no solo alternativas de comercio e inversiones, sino también la oportunidad de promover reformas en las instituciones internacionales como el FMI. Al mismo tiempo, el alto precio de los commodities benefició significativamente la oferta exportable de la región, impulsó el crecimiento y permitió, en el caso argentino, lograr un superávit fiscal. Como consecuencia, la Argentina pasó a contar con recursos alternativos para afrontar la restricción del crédito internacional.

Este contexto ha cambiado mucho: los poderes emergentes evidencian sus debilidades internas —en particular impacta la crisis de Brasil— y sufren los efectos de la crisis económica, y la caída en el precio de los commodities y la reprimarización resultante del incremento de las relaciones económicas con China vuelven a poner sobre mesa la vulnerabilidad de las economías de la región que, más allá de algunos avances, no lograron aún transformar sus estructuras productivas.

El segundo elemento es que hoy los principales aliados regionales de la Argentina se han debilitado, con la consecuente pérdida de potencia de una acción concertada para lograr mayor autonomía. Venezuela, el principal proveedor de recursos económicos hasta 2011, afronta una crisis económica derivada de la caída del precio del petróleo y una intensa crisis política tras la muerte de Hugo Chávez. Brasil, aliado en las negociaciones con el FMI y amicus curiae de la Argentina en la causa por los holdouts, confronta un contexto de recesión económica y de crisis política derivada de los escándalos de corrupción que afectan al Gobierno.

El tercer elemento es que, mientras que las alianzas internacionales cambian rápidamente, las normas y las instituciones internacionales lo hacen de manera muy lenta y requieren de las primeras. Tal como afirmaba Susan Strange, “lo importante de los regímenes internacionales es conocer las relaciones de poder y los ‘regateos’ que las originan y las sostienen”. El impulso dado por la Argentina a la resolución de las Naciones Unidas que define los “principios para la reestructuración de la deuda soberana” —la cual incluye una cuestión tan básica como que los acuerdos de reestructuración aprobados por una mayoría calificada de acreedores no pueden ser afectados ni impedidos por una minoría de acreedores—, fue un paso simbólico en la búsqueda de medidas para la protección de los estados contra las especulaciones del mercado financiero desde el G77. El proceso que condujo a esta resolución logró situar el tema en la agenda internacional y recibió un amplio apoyo, que, aunque pudiera tener implicaciones normativas, no es vinculante ni genera regulaciones o procedimientos. Tal como la definió el representante sudafricano, “es un importante resultado y una buena base para futuras discusiones”.

En política internacional, la democracia no es la clave de la gobernanza. La participación argentina en el G20 constituye un ámbito más propicio para lograr avances sustantivos, pero implica configurar una estrategia de alianzas diferente, no sólo basada en el G77 sino en un acuerdo norte-sur. El apoyo del Gobierno de Estados Unidos como amicus curiae de la Argentina ante la Suprema Corte de ese país en 2012, la intención de la directora gerente del FMI de presentar también su apoyo en 2014 —bloqueado por Estados Unidos ante un cambio en las relaciones bilaterales con la Argentina— y el apoyo del Gobierno francés —logrado a cambio de que la Argentina pagara al Club de París— evidencian que una alianza más amplia era posible.

Con el pago a REPSOL y al Club de París, la Argentina inició el camino para cerrar un proceso pendiente que afecta sus relaciones con el mundo desarrollado. Está claro que esta deuda es producto de la especulación y de un marco de reglas que fueron aceptadas, aunque fueran injustas. Lo hecho hasta el momento no cambia este punto de partida, que es condicionante. Sin embargo, el país tiene la oportunidad de continuar con el largo camino de transformación de las instituciones internacionales sosteniendo el tema en la agenda y ampliando las alianzas que permitan efectivizar el cambio de un sistema financiero internacional cuestionado tanto por países del norte como del sur.

 

* Doctora en Ciencias Sociales especializada en temas de cooperación internacional. Dirige la Especialización y la Maestría en Cooperación Internacional y el Centro de Investigaciones sobre Cooperación Internacional y Desarrollo en la Escuela de Humanidades (EH) de la UNSAM.

Nota actualizada el 22 de marzo de 2016

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