Reflexiones sobre los seis conceptos fundantes de la Escuela de Humanidades.
En 2005 nos dedicamos a una reflexión intensa y conmovedora: desde el primero hasta el último integrante de la Escuela, cualquiera fuera la tarea en la que se desempeñara, todos fuimos convocados.
Qué somos, qué queremos llegar a ser… cuál es nuestro nombre y todo lo que ello significa para dar cuerpo a una institución que se consolidaba y que ya estaba lista para abrir alas y alcanzar sueños.
Ya en ese entonces estábamos en busca de ser un modelo para muchos, convertirnos de a poco en un espacio del saber y de la cultura, sin acartonamientos. Andar un camino poco recorrido; pero con el deseo de que ese viaje, ese vuelo, nos llevara por nuevos lugares y no sólo quedarnos en eso: estar cerca de la gente, de sus necesidades, comprenderla para abarcarla.
Retomamos esta Ida y Vuelta haciendo honor a un espacio que supimos tener, en donde la palabra nos conduce con la excusa de la reflexión sobre las seis ideas fundantes de la Escuela de Humanidades, para dar lugar a la polifonía en la que justamente, podemos hallar el sentido de nuestra existencia.
Y aquí estamos hoy, diez años después de ese gesto. Seguimos haciéndonos preguntas, porque hemos entendido que no hay una única respuesta y que, justamente, habitamos la búsqueda.
El siguiente texto reproduce la presentación del cuadernillo “Ideas Fundantes”, del Ida y Vuelta de noviembre de 2005, escrito por Carlos Ruta.
No me preguntes
cuál es mi nombre,
yo misma no lo sé
yo busco
busco mi nombre…Halina Póswiatowska (1935-1967)
¿Qué se nos requiere, -desde su propia adveniencia-, para hallar un nombre: un rostro de palabra, que nos abra un sentido como destino posible? Eso que hurgaba en su experiencia la joven poeta polaca y que urge buscar al tiempo que madura nuestro frágil y fragmentado andar. El tránsito que lo procura, distancia su rumbo tanto cuanto alejamos nuestro silencio de la palabra ajena, aunque cercana y amiga. Nuestro nombre sólo es pronunciable sobre el registro polifónico de otras voces, sumadas a nuestra breve y tenue fragancia. También en ello se arraiga definitivamente nuestra universitas.
Pensar lo que nos rodea guardando del viento, la móvil arena que nos define. Pensar el “lugar” de dónde provenimos, cuando la proveniencia es un tiempo por venir. Una memoria sostenida por su futuro, como esperanza que arrastra el pasado hasta su sentido. Allí cobrarán significado nuestras voces, el agitarse de los cuerpos, la sustancia lábil del trabajo cotidiano. Madurar esa palabra fraguando el hondo silencio de la verdad. La escucha del otro pronunciando nuestro nombre. Como si tan sólo en la voz ajena llegara el eco maduro del nombre propio. Ese lugar será siempre el espacio de un diálogo. Un claro en la selva inmadura donde los rostros se saben mirándose.
Necesitamos otras voces para llegar al lugar desde donde venimos yendo hacia él. Necesitamos otras voces para escuchar la propia. Los textos que siguen procuran un espacio de escucha y sentido para que jóvenes voces puedan ayudarnos a gustar la palabra que nos nombra, diseminada en los seis fragmentos de esta pieza inconclusa. El tiempo nos dirá cuánto hemos aportado a su madurez, a su rostro definitivo, al destino que le hemos regalado o negado.
Necesitamos oírnos desde un silencio sagrado y respetuoso. Porque “tus palabras brillan con el color de mis ojos”, necesitamos estar-nos cerca, que la proximidad sea un fuego en la noche helada despertando “el instinto y la razón”.
Quédate cerca de mí
pues, sólo así,
no tendré frío…Halina Póswiatowska
Carlos Ruta
Director Escuela de Humanidades
Noviembre 2005