En diálogo con la revista cultural del diario Clarín, el director del Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chinos (CEMECH) y uno de los mayores especialistas en historia rusa analizó las particularidades políticas y culturales de la Rusia actual, con especial mención a la figura de Vladimir Putin.
“Llama la atención la religiosidad en la fabricación de su carisma y del culto de su cuerpo físico: dirigentes de primer nivel en el Estado han llamado a Putin “el salvador enviado por Dios”, algo inimaginable en nuestros regímenes políticos. Esta situación es terreno ideal para un historiador atento a los fenómenos de larga duración y al lenguaje: observamos la convivencia de un vocabulario y de prácticas de gobernabilidad y de justicia viejas de varios siglos con un ordenamiento político de tipo moderno (partidos, elecciones, parlamento, etc.). En Rusia, la política moderna se universalizó por primera vez con la revolución de 1905: el poder pudo ser colectivamente pensado como emanación de la sociedad y fundado en la soberanía popular, y hubo un esbozo de separación entre el poder político y la sociedad civil, pero el régimen soviético hizo todo lo posible por reducir al mínimo el espacio político en tanto esfera autónoma. El tejido social y político comenzó a reconstituirse gracias a reformistas como Gorbachov, pero sobre todo con la disolución de la URSS. La sociedad había madurado y entendió que el poder debía representar sus intereses, y cuando el poder soviético mostró que no podía o no quería representarlos, empezó a cambiar la relación de fuerzas al interior del sistema. La paradoja es el hecho de que hoy reina un discurso dirigido contra los mejores logros del Siglo de las Luces, asistimos a la construcción de un carisma personal de naturaleza religiosa, el poder se autolegitima reactualizando conceptos y lógicas del pasado zarista y comunista y, al mismo tiempo, se expande el capitalismo en su versión más salvaje. Nuestra interrogación debe apuntar a comprender la coexistencia de un modo particular de modernidad política con rasgos que pertenecen a un pasado que no termina de pasar”.