Escuela de Economía y Negocios
Dialogamos con el director del Doctorado en Ciencias Económicas de la EEyN-UNSAM sobre su nuevo libro “Producir en la nueva globalización”, donde analiza los desafíos del escenario económico global y el lugar que puede ocupar Argentina.
“Producir en la nueva globalización. Hacia dónde va el tren del desarrollo mundial y cómo puede subirse la Argentina” (Siglo Veintiuno Editores) tuvo su presentación oficial el pasado 12 de junio en la Librería del Fondo (CABA). A sala llena, el evento contó con la presencia de distintas figuras del ámbito político, periodístico y académico. Entre ellas, asistieron autoridades de la UNSAM, como el Rector Carlos Greco, Marcelo Paz, Decano de la Escuela Economía y Negocios (EEyN) y Lucía Vincent, Secretaria de Investigación de la EEyN.
En este marco, conversamos con Matías Kulfas sobre los distintos ejes de análisis que propone para interpretar el devenir del desarrollo productivo en el escenario actual. Las oportunidades y los desafíos que le esperan al Sur Global y a la Argentina, el papel estratégico del Estado y el rol de las universidades, son algunos de los puntos que abordamos sobre su sexto libro.
— El libro presenta diferentes transformaciones que modifican el escenario global, entre ellas, nuevas tensiones geopolíticas, la irrupción de la IA y la crisis climática. ¿Cuáles de ellas creés que obligan a repensar con urgencia el modo de producir y comercializar? ¿Cómo ves a la Argentina frente a estos cambios?
Las tres transformaciones mencionadas son centrales, y no se pueden pensar de manera aislada. La crisis climática está redefiniendo las reglas de juego: desde los recursos energéticos hasta las exigencias regulatorias de los principales mercados. La irrupción de la inteligencia artificial plantea desafíos no solo laborales, sino también productivos, cognitivos y éticos. Y las tensiones geopolíticas —especialmente la rivalidad entre Estados Unidos y China— están fragmentando el sistema económico internacional y exigiendo posicionamientos estratégicos a todos los países.
Frente a esto, Argentina tiene oportunidades y riesgos. Las oportunidades existen entre otras cosas porque contamos con recursos críticos para la transición energética, como el litio, el cobre, el hidrógeno verde, pero sobre todo con una base industrial, tecnológica, científica y recursos humanos que, con apoyo estratégico de políticas públicas, puede escalar. El riesgo es quedar en una posición periférica, exportando commodities sin agregar valor ni construir capacidades en nuestro país. Reestructurar el modo de producir es una tarea urgente si queremos participar activamente en las nuevas cadenas globales, y no verlas pasar desde la banquina. En este sentido, la actitud del actual gobierno va a contramano de las tendencias mundiales y de las oportunidades que menciono.
— Estas transformaciones tienen un impacto diferente en los contextos que presentan mayores desigualdades, como los países del Sur Global. ¿Qué claves deberían tener en cuenta estos Estados para “subirse al tren” del desarrollo?
— La desigualdad estructural del Sur Global hace que muchas de estas transformaciones sean ambivalentes: pueden ser palancas de desarrollo o nuevos mecanismos de exclusión. Para “subirse al tren”, los países del Sur necesitan tres cosas fundamentales: una estrategia, la construcción de capacidades estatales y coaliciones sociales que sostengan el rumbo.
La estrategia implica definir sectores prioritarios, implementar políticas industriales, invertir en infraestructura y ciencia y tecnología, y conectar con los nichos de valor del nuevo comercio mundial. Las capacidades estatales son clave para que las políticas se implementen bien, se coordinen entre niveles de gobierno y no sean limitadas por intereses de corto plazo. Y las coaliciones sociales son el sustento político: sin un pacto entre sectores productivos, trabajadores, universidades y Estado, es difícil sostener políticas de largo plazo. No se trata de copiar modelos externos, sino de construir una agenda propia, que parta de nuestras realidades, recursos y desafíos.
— En esta nueva globalización, ¿cuál es el valor o la importancia que toma “lo público”?
— Lo público recupera centralidad. Durante años se vendió y se sigue vendiendo la idea de que el Estado es un obstáculo, y que la eficiencia venía exclusivamente del mercado. Pero hoy vemos que los países que lideran —desde China hasta Estados Unidos— lo hacen con una fuerte presencia pública: financiando innovación, orientando inversiones, regulando mercados estratégicos y protegiendo capacidades tecnológicas.
En esta nueva globalización, donde la resiliencia productiva, la seguridad nacional y la transición ecológica se vuelven centrales, lo público es quien puede articular intereses de largo plazo, garantizar derechos y construir horizontes comunes. No se trata de estatismo, sino de inteligencia estratégica. La inversión debe ser liderada por el sector privado pero las estrategias del país requieren un Estado activo. La pregunta no es si el Estado debe intervenir, sino cómo, de qué manera, para qué y con qué resultados.
— Por último, se abren oportunidades acompañadas de avances tecnológicos y la demanda de habilidades específicas por parte del mercado laboral. ¿Qué papel tienen las universidades en este escenario? ¿Qué herramientas es esencial brindarle a los nuevos profesionales?
— Las universidades tienen un papel insustituible en este contexto. No sólo como formadoras de profesionales, sino como productoras de conocimiento, tecnología y pensamiento crítico. Hoy más que nunca necesitamos universidades que dialoguen e interactúen con el sistema productivo, con una mirada estratégica.
Los nuevos profesionales deben formarse con herramientas técnicas actualizadas, pero también con una comprensión amplia de los procesos sociales, ambientales y geopolíticos. Necesitamos ingenierías que entiendan de sustentabilidad, programadores que comprendan el impacto social de la IA, economistas que no ignoren la crisis climática, y gestores públicos con visión de desarrollo.
También necesitamos fomentar habilidades como la adaptabilidad, el trabajo colaborativo, la resolución de problemas complejos y la capacidad de aprender de manera continua. Creo que la tecnología de producción y gestión avanza mucho más rápido que las tecnologías sociales para internalizar esos cambios. Requerimos sociólogos que ayuden a desarrollar una minería sustentable y que contribuya al desarrollo de las comunidades donde se inserta, no que pidan su prohibición, porque ello va a contramano del desarrollo. Hoy más que nunca necesitamos filósofos y cientistas sociales que contribuyan a construir esa interfase entre desarrollo tecnológico y cambio social. Porque el futuro no es solo tecnológico, es también profundamente humano.
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Matías Kulfas (1972) es economista y doctor en Ciencias Sociales. Se desempeña como profesor titular en la Licenciatura de Economía y como director del Doctorado en Ciencias Económicas de la EEyN-UNSAM.
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