Para Pablo Palmisano, estudiar una carrera era algo impensado antes de conocer al Centro Universitario San Martín, la sede de la UNSAM que funciona en el Penal 48. Mientras estaba detenido, a la par que comenzó un proceso de lucha contra las adicciones, terminó el secundario, empezó la Licenciatura en Sociología y se formó como técnico en Refrigeración y Aire Acondicionado. Hoy tiene su taller en un espacio que le brinda la Cooperativa 19 de Diciembre, está a punto de recibirse y ama enseñar. “Para mí, la docencia es un acto de amor. Yo recibí ese amor y ahora trato de transmitirlo”.
Pablo Palmisano abre la puerta de su Taller de Refrigeración y Aire Acondicionado, alojado en el enorme tinglado de la Cooperativa de Trabajo 19 de Diciembre, y pide disculpas por el desorden. “Recién estoy empezando a acomodar. Después de recuperar mi libertad, me dieron un espacio aquí para poder desarrollar el taller porque, donde vivo, no tengo lugar”, cuenta. Comenzó a estudiar el oficio en la Unidad Penitenciaria N.°48 de José León Suárez, y hoy vuelve a la cárcel para enseñar.
“Antes quería planificar el golpe perfecto: ahora planifico reparar una heladera”, dice. “No sé si voy a hacer guita, pero que voy a vivir feliz, eso seguro”, agrega sonriendo.
Además de aprender un oficio, Pablo terminó el secundario en la cárcel y comenzó la carrera de Sociología en el Centro Universitario San Martín (CUSAM), la sede de la UNSAM en la Unidad Penitenciaria N°48 de José L. Suárez. Cuando recuperó su libertad, hace tres años, siguió estudiando, y hoy está por empezar su tesis. Dice que le gustaría hacerla sobre la cooperativa que le abrió las puertas, indagar en los lazos de solidaridad de sus integrantes y cómo eso se vincula con las formas de producción no capitalistas que se fueron construyendo a lo largo de dos décadas entre las máquinas de ese inmenso galpón. “La experiencia en la cooperativa es muy buena porque intercambio saberes con los muchachos. Estoy incorporando otros tipos de soldadura y enriqueciendo mi oficio”, destaca.
La Cooperativa 19 de Diciembre está situada en Villa Ballester, al norte del gran Buenos Aires, y fue recuperada por sus trabajadores el 19 de diciembre de 2002. Se dedica a la producción de autopartes y piezas metálicas, además de ofrecer servicios de diseño y fabricación de matrices, corte, estampado y herrería. El nexo entre Pablo y la cooperativa fue Gisela Bustos, abogada especialista en empresas recuperadas, integrante de la cooperativa y actual directora del CUSAM.
“Las empresas recuperadas no tendrían razón de ser si solo recuperaran el trabajo para sus integrantes directos y cerraran las puertas. Nos convertiríamos en una fotocopia del mismo sistema que nos trajo a este punto. Los trabajadores y trabajadoras lo plantearon desde un primer momento: necesitamos recuperar la empresa y abrir las puertas al barrio”, cuenta Bustos. Por eso, fueron armando espacios comunitarios como una biblioteca, un bachiller y una guardería, entre otras acciones de apertura a lxs vecinxs.
Además, Bustos remarca el trabajo de la Universidad en el territorio y, en particular, del CUSAM, una experiencia inédita que permite no solo que puedan cursar varones y mujeres detenidas, sino que ofrece educación universitaria tanto para personas privadas de su libertad como para agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense. “Esta forma de integrar es similar a la lógica comunitaria que se impulsa dentro de la fábrica recuperada”.
Para Pablo, estudiar una carrera era algo impensado antes de conocer al CUSAM. “La universidad me encontró en la cárcel”, dice. “Ahí tuve la posibilidad de empezar a formarme, porque la formación en realidad es toda la vida”.
Durante ese proceso, también aprendió a amar la docencia. Fue profesor de Sociología e Historia en el Plan de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios para Jóvenes y Adultos (FinEs), un programa del ex Ministerio de Educación de la Nación con diversas sedes, entre ellas, la UNSAM. Y, además del Taller de Refrigeración y Aire Acondicionado en el Penal 47, está por abrir una sede en Campana y, posiblemente, otra en el bachiller de la cooperativa. “Para mí, la docencia es un acto de amor. Yo recibí ese amor y ahora trato de transmitirlo. A través de un oficio se pueden transmitir otros valores a personas que también están en un proceso de recuperación”, señala. También trata de explicarles a quienes hoy cumplen su condena que tener un oficio será una herramienta valiosa para cuando salgan de allí.
Él sabe que ese proceso no fue ni será fácil, sobre todo la parte de no volver a caer en adicciones. “Hace seis años que no consumo, pero recién hace cinco lunes que acepté mi enfermedad. Empecé en un grupo de ayuda y un compañero que hace 20 años no consume decía que él se sigue considerando un adicto, un enfermo en recuperación, y ahí entendí”, cuenta.
Pablo creció en Saavedra. Eran diez hermanos y todos los varones estuvieron o están en la cárcel. Hasta el momento, solo él comenzó a transitar el proceso de recuperación. “Algo pasó en mi casa, pero tampoco le echo la culpa a mis viejos. Mi inclinación fue hacia lo malo. Yo abracé a los delincuentes y drogadictos porque me sentía mejor en la villa que en mi casa. Hoy la sociología me permite tener competencias para poder comprender, primero, que pasó en mi núcleo familiar, y después, qué hice yo con eso, y también para poder seguir con mi recuperación”, asegura.
Desde que salió en libertad, Pablo decidió romper con ese círculo social, incluso con sus hermanos, y se mudó cerca de la UNSAM. Sigue yendo a Saavedra a visitar a su mamá. Cuando intenta contarle algunas cosas que fue aprendiendo en la carrera para que pueda ver la realidad desde otra perspectiva, ella le dice: “Primero la biblia, ahora la sociología. Salí de acá, gordo, ¡te volviste loco!”.
Para Pablo, el sistema judicial todavía está muy enfocado en la lógica de castigar en vez de recuperar, y eso es algo que debería cambiar. También considera que el Estado tiene que trabajar en el problema de la adicción de las personas que están detenidas. “Un gran porcentaje de personas que están encerradas tiene adicciones que no trabaja. Sale y vuelve de vuelta. Nosotros aportamos enseñando oficios, pero hay una gama de cosas que exceden al CUSAM, que tienen que ver con el narcotráfico y la política metida en eso, que nos excede”, sostiene.
Ahora Pablo quiere seguir mejorando en sus habilidades como técnico e intercambiar saberes con los trabajadores de la cooperativa, seguir estudiando, recibirse y continuar con la recuperación de sus adicciones, “que no termina solamente en dejar de consumir sustancias, sino en trabajar la cuestión psicológica y emocional”, aclara, y expresa: “Para mí, el CUSAM es como una flor dentro de un lugar muy feo: un jardín dentro del vientre de la bestia, como dice Hobbes, ¿viste? El CUSAM me dio las herramientas necesarias para poder integrarme a la sociedad, para seguir desarrollándome como sociólogo, seguir trabajando y enseñar. Yo estoy muy agradecido”.
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Que alegría Pablo!!!! Un abrazo!!!
Comparto el mismo sentimiento del compañero Pablo sobre la docencia y el saber sociológico, creo muy firmemente que salir de cárcel no solo implica recuperar la libertad ambulatoria, sino que también consiste en salir de los pensamientos manifestados en prácticas que conducen al delito. Es por ello que CUSAM no solo te ayuda a recuperar tu libertad, además te saca la cárcel de la cabeza resignificando la existencia de sus alumnos. Cómo estudiante de CUSAM me atrevo a decir q el espacio te muestra otros horizontes, alterando la lógica carcelaria y brindado oportunidades a quien nunca las tuvieron.