Escuela de Política y Gobierno, Sin categoría
Juan Martín Azerrat, miembro del Área de Ambiente y Política de la EPyG, entrevistó al Dr. Pablo Tittonell sobre las características principales de la actual producción de alimentos en Argentina en comparación con otros países de Sudamérica y el mundo. Además, le consultó cuáles son, a su entender, las principales problemáticas que enfrenta hoy el productor agropecuario y el agricultor frente al avance sostenido de los arrendamientos rurales y el aumento de costos de producción. Finalmente, indagó sobre las distintas transiciones hacia modelos alternativos de producción y cuáles son sus principales virtudes y limitaciones.
Para empezar, contanos un poco de vos. ¿Cuál es tu trayectoria académica y cómo llegas a los temas vinculados a la ecología y la actividad agropecuaria?
Yo estudié agronomía, entonces es un poco lógico que esté en este mundo. Estudié en la Universidad de Lomas de Zamora. Empecé a estudiar zootecnia y agronomía. Pero básicamente tuve una educación muy clásica en la agronomía, pero muy buena. Yo después me fui hacer la maestría y el doctorado a Holanda. Con la formación de base que tenía de la Universidad de Lomas me terminé graduando allá de la maestria y del doctorado con distinción Cum Laude, que significa el 1% de las notas más altas. Es decir, me fue bien en todas las materias y en las tesis. Lo digo por esto de que se piensa que estamos muy lejos a nivel formación en las universidades del conurbano bonaerense, y no. Yo terminé en el año 1997 y en el 2000 me fui a estudiar a Holanda y me fue re bien con la base que tenía de agrónomo de Lomas.
En la Universidad de Lomas el contacto que tenía con la agroecología o agricultura alternativa tenía más que ver con las actividades alternativas que se planteaban en el centro de estudiantes, en la Asociación de Estudiantes de Agronomía (AEA). Ahí era el campo donde se jugaban los intereses de la agroecología. Después otro lugar donde empecé a escuchar hablar de personas como Miguel Altieri o Steve Gliessmann fue en la clase de una persona dedicada al estudio de malezas que se formó en Estados Unidos, pero que justo había sido contratado por Zeneca Argentina, es decir, una empresa de agroquímicos. Pero él venía a dar un curso de posgrado y nos pasó toda la bibliografía de la agroecología a nivel internacional (cuando todavía apenas se empezaba a denominar de esa forma). Eso habrá sido por el año 1998. Entonces ahí fue la primera vez que tuve acceso a autores que hablaban del tema desde el punto de vista científico. Uno sabía que estaba eso ahí, pero leer sus papers, analizarlos, es otra cosa. Ahí fue cuando me encontré con una agroecología científica y con las primeras publicaciones de colegas que trabajaban sobre cómo manejar de forma ecológica las malezas para no tener que usar herbicidas. Una agroecología bien técnica. Eso fue interesante, me llamó muchísimo la atención. Después, estudiando en Holanda, también me encontré con que lo orgánico (que se refiere a producir sin la utilización de agroquímicos), si bien sigue siendo poco en porcentaje en el mercado o en el agro, era tomado en serio. Cuando llegué a hacer la maestría nos daban clases sobre lo orgánico y nos lo planteaban como una alternativa viable y nos explicaban que en la agricultura orgánica los suelos se comportaban de otra manera o que las plantas se comportaban también de otra manera. Y ahí también fue sorprendente ver que, si bien hay gente que consume orgánico o no, en el ámbito académico se lo tomaba como una forma más de producir y no había discusión frente a ello. Ahí vas recibiendo información sobre lo orgánico, sobre el manejo integrado de las plagas o control biológico, etc. Y bueno, se te va armando en la cabeza una idea diferente de la agronomía. No usábamos el término agroecología en Holanda, para nada.
¿Hablaban de ecología?
Ecología… en esa época se hablaba mucho de agricultura de bajos insumos para referirse a la agricultora que hacían las familias campesinas. En ese momento cuando estaba en la maestría, me tocó elegir un tema para la tesis. Yo quería hacerla en Argentina, en el Chaco, y antes de irme a Holanda ya había ido a visitar al Instituto de Cultura Popular (INCUPO) en Reconquista, a Carlos Chiarulli. Una persona super amable, super conocedor del Chaco. Le conté sobre mi idea para la tesis y me llevó a conocer y recorrer el Chaco. Cuando llegó el momento de hacer la tesis en Holanda, busqué alguien que fuese conocedor de la zona, pero no había, y en lugar de eso me ofrecieron un proyecto en África con la misma temática para trabajar con las comunidades. Entonces fui a Kenia y ahí se me abrió un mundo diferente. Ahí todas las relaciones causa-efecto que rigen la agronomía, que traía en mi cabeza, todo eso estaba supeditado al factor humano y al factor social. Todo tenía sentido en esa clave. Yo mismo he programado modelos matemáticos sobre cómo cambia el carbono en el suelo y en esa experiencia en Kenia me di cuenta de que incluso en el diseño de esos modelos había que tener en cuenta la perspectiva de la gente. Entonces para mí fue el último empujón para convencerme de que había que trabajar de otra forma. Acá hay otra lógica, me dije. Por ejemplo, las fechas de siembra no respondían a modelos de razonamiento ecológicos sino a factores de la percepción de la gente, a cuestiones culturales. Todo eso para mí fue un gran aprendizaje. Yo creo que mi formación en suelos aportó bastante al proceso. Veíamos con la gente juntos la cuestión de los suelos, desde los conocimientos de ellos, y yo aportaba desde mis conocimientos. Por eso nunca renegué de mi formación técnica de base porque fue fundamental para hablar con los productores/as y aportarles cosas que para ellos fueran interesantes.
Agricultores de Malawi – Fuente: YouTube de Tittonell (https://www.youtube.com/watch?v=Xu_YwVUQqIY&ab_channel=PabloTittonell)
Pasa mucho esto de la conexión de la ciencias sociales y la agronomía. Al menos en la agroecología como me ha pasado ver en mi trabajo de campo.
Sí, eso se da en la agroecología. Bueno, entre los investigadores del tema de desarrollo también se da. Yo creo que también hay que buscar un buen equilibrio en ambas cosas. Porque si sos agrónomo y tuviste la suerte de formarte con ese conocimiento, hay que usarlo. Por supuesto que todos sabemos que lo social es muy importante y hay que tenerlo en cuenta. Pero eso no quiere decir que uno tenga que ocuparse enteramente de hacer ciencias sociales porque no está formado para eso. Por supuesto que podés formarte y aprender, pero tal vez es mejor colaborar con quienes ya estén formados en esos temas. Por ejemplo, una de mis doctorandas hizo una tesis sobre género e innovación y lo hicimos con una codirectora especialista en eso. Yo estoy muy abierto a trabajar con diferentes disciplinas y a esta altura he aprendido mucho de colegas de otras áreas, y de mi experiencia interactuando con productores. Pero incluso hoy en esas discusiones inter-disciplinarias yo trato de hablar desde mi especialidad que es la agronomía, los suelos, la ecología. Me parece que eso no hay que olvidarlo y lo mismo al revés. Los productores y productoras nos siguen pidiendo soluciones técnicas a sus problemas cotidianos. Está bueno abordar sus problemas desde la disciplina para la que uno está formado.
Pasando un poco a la coyuntura, ¿cómo analizas la producción de alimentos en Argentina?
Argentina es un país meramente urbano. Es un país que tiene una población mayoritariamente urbana y cada vez es más urbana. Cada vez se abandona más el campo. Hay una especie de disociación entre la producción y el consumo de los alimentos (que es un fenómeno mundial) asociada a la urbanización. El mundo, desde el 2007, pasó a ser más urbano que rural, pero en la Argentina eso es mucho más exagerado. Cuando vos vas a países donde todavía hay mucha ruralidad, como México, Colombia y Brasil, hay todavía mucha posibilidad de contacto directo entre productores y consumidores y de circuitos más cortos. De entender de dónde viene tu comida. Ni hablar si vas a un lugar como Indonesia, donde la gente es primera generación de urbanos. En Kenia, si vos le preguntas a una persona que vive en Nairobi, que es la primera o segunda generación que vive ahí, de dónde es, te dicen que son del pueblo rural de donde vivían sus padres o abuelos. Nosotros en cambio ya perdimos eso. Entonces en Argentina estamos muy disociados del campo. Producimos alimentos para 10 veces nuestra población y hay hambre. Hay pobreza medida en los términos que se mide a nivel gubernamental, pero también estructural e histórica. Los índices de pobreza monetarios suben y bajan, pero en ciertos lugares (por ejemplo, en la región chaqueña) esos índices no se movieron nunca. Estructuralmente no hay agua, por ejemplo. Es casi impensable que un país donde se produce tantos alimentos haya tanta pobreza. Y eso te muestra que en realidad hay una disociación total entre la producción de alimentos y el consumo, porque hoy esa producción está industrializada. Industrializada por la forma en que se lleva a cabo la producción agrícola actual. En la industria, el dueño de la industria organiza los recursos y hace una transformación de materias primas en bienes. Todo lo referente a mano de obra, energía y otras cuestiones las organizas para la producción. Y en el peor de los casos, si no te va bien, desmantelas todo y buscas otros recursos, otros procesos y producís otros bienes, incluso en otro lugar. En la agricultura no podés hacer eso. El recurso principal de la agricultura, que es el suelo, ya está fijo. Vos estas en un lugar en donde hay un tipo de lluvia, un tipo de clima, un tipo de contexto, una cultura o cierta maquinaria especifica. Todo eso te lleva a que puedas producir ciertos tipos de bienes, no los que vos quieras. No podés desorganizar todo porque vos vivís en ese campo con esas condiciones. Bueno, hoy la agricultura se hace casi en un 70% en la región pampeana a través de arrendamientos. Estos arrendamientos en su mayoría dependen de grandes grupos inversores que se dedican a arrendar la tierra de los productores y tienen un negocio de volumen. Eso no es azaroso, sino que el volumen que manejan les permite tener un margen pequeño. Entonces ése es el negocio. Como tienen grandes volúmenes, estos grupos no compran sus insumos en las pymes de los pueblos, sino que llaman directamente a Bayer o Syngenta y les piden grandes cantidades, a mejores precios. Las oportunidades de los distribuidores locales se caen porque estos grupos no van a comprar un tractor en la concesionaria del pueblo, llaman directamente a John Deere. Entonces la trama social del mundo rural se va desmantelando. El productor al que le vienen con una oferta de arrendamiento muchas veces le conviene porque le ofrecen X cantidad de quintales de soja por hectárea y no tiene que asumir los riesgos de producción, arrienda su campo y se va a vivir al pueblo donde el nivel de infraestructura y servicios es mucho más conveniente que en el campo. Eso se parece más a la industria porque estos grupos de inversión organizan los recursos a gran escala y cuando no funciona más, lo dejan y empiezan de nuevo en otro lado. A eso me refiero con que se industrializó la lógica de la principal actividad del campo, que es la agrícola.
¿Es posible tener una visión no pesimista o catastrofista con este panorama de arrendamientos y disociación entre producción y consumo de alimentos?
Yo pienso que, sin intervención, y dejando que organice todo el mercado, ya está a la vista el resultado. Vos fíjate que más allá de que uno esté de acuerdo o no, el gobierno norteamericano está haciendo exactamente lo contrario: regular y poner reglas de juego en el mercado porque si no solo quedan China y las grandes corporaciones económicas y la concentración va a ser cada vez mayor. Es un intento de mostrar que todavía hay un Estado, un presidente, y que hay reglas para controlar un poco esto. En Argentina también necesitamos reglas. Solo no se va a arreglar. Por un lado, tenemos jóvenes que quieren acceder a tierras y, por otro lado, tenemos tierras que las habita cada vez menos gente. En Europa por ejemplo hubo en los años 1990 y 2000 una política de repoblamiento de las zonas rurales. Vos vas a los Pirineos y hay argentinos, venezolanos o colombianos habitando los pueblos. Porque hubo una política de mantener esos pueblos. Eso se tiene que hacer activamente, no va a pasar solo.
A nivel del productor, ellos ven esta problemática y la sufren porque ven como se va despoblando el campo, pero al mismo tiempo están mayoritariamente dentro de este modelo de producción que lo genera.
Totalmente y esto es un fenómeno global, porque acá en Holanda pasa exactamente lo mismo. Para darte una idea, la edad promedio de un productor agropecuario en Holanda está llegando a los 60 años. Por algún motivo, los hijos no quieren continuar con la producción. Por ejemplo, acá en Holanda los tambos son emblemáticos, pero quién quiere trabajar todos los días en el ordeñe o hacer el sacrificio de lo que implica la ruralidad para que encima después la sociedad te vea como un contaminador serial. También lo que pasa es que acá en Holanda el campo está más conectado con lo urbano. Por ejemplo, de la Universidad a 5 o 10 minutos en bicicleta me puedo encontrar en un campo. Los productores y productoras, cuando los vas a visitar, siempre te reciben en la cocina con algún café o algo para comer. Bueno, siempre digo que en la mesa de la cocina los productores piensan igual que nosotros en términos agroecológicos. Pero después, cuando están en grupos, los productores convencionales tienen un comportamiento corporativo en el sentido de que se transforman en un todo, y todos defienden lo que hacen y lo que son cuando los “atacan” o critican. Generalmente, vos tenés un 10% de productores que son los más grandes, que son los que están en la prensa y están ahí al frente. Después hay un 10% de productores alternativos (orgánicos, agroecológicos, permacultores) que están totalmente afuera de lo convencional. En el medio, tenés la gran masa que, tal vez no están tan contentos, pero siguen a sus lideres que generalmente son los productores ricos. Todo productor siempre se quiere parecer al más rico, al que se percibe que es el mejor. Eso llevado a la Argentina es muy parecido. Vos ahí tenés una imagen del productor al que le va bien, que cambia la camioneta cada dos años, que llega a las reuniones con una linda camioneta, que llega con unas lindas botas, que cuenta que se fue a Europa.
Y lo que pasa tanto en Argentina como en Holanda, como en muchos otros países, es que muchas veces al productor, aunque logre que los hijos continúen con la producción, le cuesta hacerse un lado. Los critican, no les dan espacio, quieren imponer su forma de trabajar y rechazan las propuestas más radicales de innovación a las prácticas ya establecidas. No es siempre así, lógicamente. Pero en general sí. Para los hijos no siempre hay mucho espacio para la creatividad. Y también hay factores sociales. Por ejemplo, si hay un productor que empieza a hacer algo diferente al resto, se lo empieza a ver como un “bicho raro”. Acá en Holanda se ve también. Por ejemplo, un productor que se dedica a la papa, empezó a hacer prácticas alternativas y a divulgarlas. Se hizo famoso, empezó a aparecer en las redes sociales, en la prensa, y los vecinos lo dejaron de invitar al Club de Caza, que es un lugar de pertenencia y estatus entre productores. Y eso es muy complicado y pasa también en la Argentina en otras formas. Hay una presión social muy fuerte para mantenerse en la norma y más cuando esos grupos de productores tienen un posicionamiento político, tienen agenda y demás.
¿Entonces cuáles son los incentivos para que un productor se pase a la agroecología con todas esas características negativas a nivel social?
Hay varios factores. Si no queres rentarle tu campo al pool de siembra, el modelo no te cierra. Ese modelo, que es un modelo que funciona para los pooles de siembra, esos márgenes tan chicos cuando tenes solamente de 200 a 1000 hectáreas no te sirve. Si no te llueve, pierdes todo. Cuando vos tenes 100.000 hectáreas no pasa nada, pero cuando tenes pocas hectáreas es un problema. Ahí ya tenes una gran problemática que lleva a los productores a buscar algo distinto. Después hay productores que tienen una experiencia fuerte en la vida, generalmente negativa que tiene que ver con la salud o con darse cuenta de la contaminación o ellos mismos tener problemas de cáncer. Y más allá de que puedan demostrar o no si fue por el uso de pesticidas, no quieren saber nada y buscan cambiar, eso se ve mucho. Y también el incentivo por pares. Yo veo que muchos productores que están en trayectorias similares están también en un mundo de redes de incentivos.
Ahora estamos con un proyecto (CurveBend) en el que queremos ver cómo se pueden hacer producciones más amigables con la biodiversidad a través de la acción colectiva. Estamos buscando productores y estábamos con una productora del sudoeste de Buenos Aires, cerca de Pigüé y yo le preguntaba si ella estaba en alguna acción colectiva y me decía que no estaba en ninguna. Después siguió la conversación y le preguntamos cómo hacía si tenía algún problema y nos dice que se metía en un grupo de WhatsApp. Entonces sí estaba en un grupo y sí había una acción colectiva y tenía un grupo de pertenencia que es muy importante. Y nos terminó diciendo que sí, ese grupo era fundamental para hacer lo que estaba haciendo. Esos grupos de WhatsApp les sirven a los productores, tanto como una caja de resonancia para chequear lo que están haciendo, como una fuente de información o simplemente para contención emocional de lo que están haciendo. Me parece que en esa acción colectiva hay algo muy importante para explicar el por qué y la motivación.
CurveBend Proyect – Primera visita en Argentina – Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=pNgyraiJdWs&ab_channel=PabloTittonell
En muchos de tus trabajos analizas a la agroecología como algo completo y heterogéneo, ¿cuáles son esos elementos que permiten las transiciones?
Las transiciones son diversas, complejas, muchas veces condicionadas por el contexto y las oportunidades. También está la experiencia personal que es muy difícil de explicar o encontrar un patrón. Hay productores que tienen la oportunidad de viajar a otras partes del mundo y van a un lugar donde se produce de una manera distinta, y se cuestionan por qué hacen lo que ellos hacen. Hay gente que llega al campo a veces de forma inesperada, por una herencia, por ejemplo, y aprovecha esa oportunidad para producir de una forma distinta. Hay un poco de todo eso. Yo creo que cuando hablamos de transiciones a gran escala, hay que definir bien el tipo de productor y el tipo de sistema del que estamos hablando.
Por ejemplo, un caso de éxito de transiciones agroecológica a escala es la de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), porque estamos hablando de más de 20.000 familias productoras, más de 400 puntos de venta de todo el país y estamos hablando de grandes volúmenes. Esto en un marco donde, en Argentina, la totalidad de productores de menos de 5 hectáreas es de 30.000 aproximadamente y los asociados a la UTT son 20.000. Estamos hablando de un impacto enorme.
Incluso administraron el Mercado Central en un momento.
Claro, eso fue en la gestión anterior. Pero lo de la UTT fue algo que se fue dando en la sombra a partir de la crisis del 2001. Fue la repuesta rural a la crisis social. Ahí tenes un muy buen ejemplo de algo que no fue orquestado desde las políticas, fue algo de abajo para arriba, fue independiente. Por supuesto que ciertas políticas favorecieron esos cambios, pero en ningún caso se puede decir de un gobierno que haya ayudado enteramente a la UTT. Es una organización que lo hizo sola y es un muy buen ejemplo. No solo es una transición a nivel de la producción, sino que es una transición de un sistema alimentario y eso es lo más difícil. Ahí vos tenes otra forma de producir, otra formad y vender, otra forma de consumir.
Después tenes ejemplos como los de Brasil donde ocurrió una convergencia entre los enfoques de abajo hacia arriba y los enfoques de arriba hacia abajo. De abajo hacia arriba, como en el caso de la UTT, en el caso de Brasil tenes el Movimiento de los Sin Tierra, organizaciones campesinas, los sindicatos campesinos que son muy fuertes o el rol de la Iglesia. Y después pasó, en el gobierno de Lula, que mucha de esa gente que venía de abajo llegó a los puestos de poder político y generaron políticas de arriba hacia abajo y ahí se dio una convergencia. Brasil es el país con más productores agroecológicos del mundo. Hay regiones en particular de Brasil que tienen 33% de productores agroecológicos, productores de mediana escala que producen café, por ejemplo.
Tenes también el caso de México, donde tenes el Programa Sembrando Vida, que es un programa enorme, con un presupuesto enorme y muy ambicioso y es para promover otra forma de producir y va de arriba hacia abajo. Pero no convergió lo suficiente con el movimiento social como pasó en Brasil. Entonces, si bien hubo grandes avances para el bienestar de las familias rurales, la transición a la agroecología no ha sido tan amplia y hubo muchos cuestionamientos. El gobierno de Claudia Sheinbaum lo tuvo que reformular. Pero ahí hay un ejemplo bien diferente al de la UTT, de arriba hacia abajo.
Entonces ahí tenes 3 ejemplos de transiciones que te llevan a lugares distintos. Pero es a nivel de la agricultura familiar.
Pablo Tittonell – Feeding the World with Agroecology (TEDx) – Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=wvxi4mN-Za0&ab_channel=AfricanConservationTillageNetwork
Es interesante ver a la agricultura familiar a gran escala porque en general se la considera como una pequeña escala sin proyectarla.
Claro. El 70% de los alimentos que consumen los brasileros vienen de la agricultura familiar. Por eso, el Programa Hambre Cero, que fue muy exitoso, tenía la justificación que, si nosotros queremos terminar con el hambre, tenemos que promover la agricultura familiar. Entonces, inventaron un Ministerio nuevo, el Ministerio de Desarrollo Agrario. Ellos planteaban que el Ministerio de Agricultura nunca se iba a ocupar de eso, que solo se ocupaba de la soja. El Ministerio de Agricultura está para eso, no para alimentar a la gente. Entonces generaron un Ministerio aparte para poder llevar adelante estas políticas, entre las que se encuentra el fomento a la agroecología. Entonces sí, la agricultura familiar es una escala para tomar en serio.
En Argentina no tenemos un numero bien hecho sobre la agricultura familiar, pero pensemos que los alimentos frescos vienen de producción hortícolas que en su gran mayoría son escalas pequeñas y que, a su vez, la gran mayoría son producidas por bolivianos. Y la gran mayoría de ellos no tienen acceso ni derecho a la tierra que trabajan. Y de ahí viene nuestra comida. En particular, por supuesto que hay muchos centros hortícolas en el país, pero la gran mayoría viene de La Plata. Ciudades como Córdoba tenían un cinturón verde que era una especie de patrimonio biocultural que fue creado desde la fundación de Córdoba con acequias, frutales, con producción de proximidad, que casi ha desaparecido. Ha quedado un sándwich entre la expansión urbana y la expansión de la soja. Córdoba hoy depende de La Plata. Cuando en realidad son alimentos que deberían producirse a proximidad de la ciudad.
Claro, y también hay una dificultad en el acceso de alimentos agroecológicos. Muchos productores agroecológicos tienen dificultades para comercializar sus alimentos para el consumo.
Si, es difícil. Esa es la mejor manera de transitar hacia la agroecología: cambiando el modelo agroalimentario en su totalidad, no solo la producción. La verdadera transición es cuando se hace parte a las cadenas de valor de la producción de alimentos.
Claro, en Argentina pareciera suceder que si las políticas públicas no aparecen, es muy difícil que eso ocurra.
Sí. Incluso es necesario una reforma agraria, pero no a la cubana. Sino una reforma que tenga dos grandes ejes: uno, regular la cuestión de los arrendamientos. Reducirlo y controlarlo mucho. Fijar estándares de arrendamientos, por ejemplo, si el propietario entrega su suelo con 3% de materia orgánica, me lo tenes que devolver con 3,2% de materia orgánica. Y después el otro gran eje de reforma agraria tiene que ser facilitar el acceso al campo. Para eso tenemos que hablar de generar infraestructura como escuelas, comunicaciones y todo lo necesario para que esas familias puedan tener una vida aceptable. Los ejes serían esos dos elementos y dejar de pensar en el extractivismo, es decir, en la agricultura como minería. Es un modelo que está bastante agotado, ya no hay mucho más para expandirse en el territorio. ¿Cuánta más soja se puede hacer? Hoy por hoy los grupos de inversión empiezan a tener otros intereses como la minería y la energía. Y tal vez la agricultura vuelva a ser algo más humano, más rural, en el futuro. Tal vez pensar en el productor volviendo al campo es más difícil, pero sí, como pasa en Europa, que muchos productores viven en pueblitos cercanos al campo con todos los servicios. Eso tal vez es más fácil de conseguir.
Se empieza a ver un auge de transiciones ecológicas en la agricultura, ¿qué proyección ves en el futuro? Si bien sigue siendo un sector marginal, se ve un crecimiento constante.
Yo creo que sigue creciendo. No está creciendo aceleradamente, pero sigue creciendo. Hay nuevos estándares culturales y sociales de los que ya no se vuelve para atrás. Hay cosas que van cambiando con la información. Con la agroecología empieza a haber nuevos estándares, y cosas que ya no se aceptan. Los productores más jóvenes empiezan a tomar conciencia de sus impactos ambientales. Además, hoy hay muchas oportunidades de entrada a lo que llamamos agroecología, y una de esas es la agricultura regenerativa, que te pone la vara más baja para entrar.
¿Cuáles serían las diferencias?
Yo prefiero no enfatizar las diferencias. Escribí un artículo hace unos años llamado “agricultura regenerativa: ¿agroecología, pero sin política?”[ii] y la conclusión era que no, ya que, si bien hay muchas empresas que usan lo regenerativo como una estrategia comercial, al mismo tiempo hay movimientos regenerativos que están super convencidos y tienen un discurso muy parecido a los agroecológicos. Pero sí es cierto que para que un productor de gran tamaño la agricultura regenerativa es persuasiva, porque hay objetivos altruistas vinculados a la naturaleza, al clima y, al mismo tiempo, en lo técnico los pasos son más sencillos de aplicar. No quiero restarle importancia, porque es difícil pasar de una agricultura convencional a una regenerativa, pero es menos complejo que el rediseño total de la producción como lo plantea la agroecología. Incluso no requiere un posicionamiento político nuevo como plantea la agroecología.
A mí mismo, por tener una mirada tan abierta de las transiciones agroecológicas, de lo regenerativo, y por considerar incluso a lo orgánico dentro de la agroecología, me lo facturan. Me critican como un “blando”, pero para mí es importante tener esa apertura porque necesitamos sumar y hay que seducir, convencer y transitar juntos. Los productores entran en lo regenerativo pensando en el carbono, en el suelo, pero después a medida que vamos avanzando vamos agregando cosas, y asi podés ir acompañando al productor hacia un cambio más profundo de su sistema productivo.
Sí, incluso en mi trabajo de campo observé en la agroecología productores con múltiples posiciones ideológicas o políticas, muchas veces contrarias entre sí, pero que compartían la causa agroecológica y llegaban a acuerdos muy interesantes.
Te va llevando, claro. Por ejemplo, vos estas en un pueblo x de la Provincia de Buenos Aires o Córdoba, están los productores, todos se conocen y un grupo de ellos empiezan a hacer regenerativo, pero el resto no. Sin embargo, los unos y los otros tienen una vida social en común, eso es lo que tiene el campo, te fija en un lugar. Vos no podés llevarte el campo. Si tu vecino hace otra cosa, vos tenes que convivir con tu vecino. En definitiva, cuando hay inundaciones se ayudan entre ellos. Hay algo que va más allá del posicionamiento político o ideológico. Y esto también es un desafío para la agroecología. Los discursos con un sesgo más ambiental prenden mejor en el campo. Te hacen la entrada más fácil, y a partir de ahí podes construir cambios más profundos.
Te escuché plantear que la producción de carne está por encima de la media que el humano necesita para una buena alimentación, pero la agricultura regenerativa necesita al animal para su producción. ¿Cómo se puede sintetizar ambos elementos que parecieran contrarios entre sí?
No hay contradicción porque, en realidad, mis cálculos a nivel global buscan mostrar que nosotros casi que pudiéramos suplir la necesidad de proteína animal con producciones a pasto, con producciones más cercanas a la regenerativa. La ganadería bien manejada puede ser parte de la solución, por ejemplo, para la conservación de la biodiversidad. Si vos tenes un pastizal y manejas bien al ganado, tenes una biodiversidad muy amplia. Entonces esa ganadería que no es extensiva sino intensiva en manejo es compatible con la biodiversidad. La crítica suele ser que, con esa forma de producir, la carga animal es bajísima. Por ejemplo, en Uruguay, donde la mayoría de la ganadería es a pasto, el calculo es que hay 60 kilos de carne por hectárea, que es bajísimo. Para producir más por hectárea tenés que traer suplementos, pasturas implantadas y eso tiene costos extras. Entonces la cuestión es encontrar un equilibrio con lo saludable.
Se estima que una dieta saludable es de 90 gramos de carne por día, o 32 kilos al año, y hoy estamos comiendo entre 80 y 100 kilos. Entonces, bajemos el consumo, pero al mismo tiempo consumamos carne saludable. Eso lleva a que lo que hay que bajar son los feedlots, las fábricas porcinas o aviares. Por ejemplo, si en la Amazonia en vez de producir soja para alimentar fábricas de cerdos producís ganadera regenerativa que permita restaurar bosques y sea compatible con una dieta saludable, es viable. Si no bajamos el consumo, no podemos esperar grandes cambios en la ganadería.
En Argentina la ganadería a pasto ha retrocedido fuertemente porque metimos a todos los animales en los feedlots y ¿qué hacemos en los campos? Producimos granos para alimentar animales. Entonces seguimos produciendo animales, pero a través de los granos y suelos que se van a otras partes del mundo. Eso también hay que tenerlo en cuenta a la hora de pensar políticas. ¿Qué impide a un país como Francia, Israel o Pakistán hacer sus propios feedlots y llevarse nuestros granos? ¿Qué impide que no se lleven la mejor genética bovina vacas de Argentina y la produzcan allá? ¿Qué es lo que caracteriza a la Argentina en este aspecto? Es la calidad de la carne del tipo de animal que tenemos, que está adaptado a nuestro pasto. Esa especificidad la estamos perdiendo porque se están yendo a feedlots. Esa carne ya no va a ser interesante en el futuro porque la van a empezar a producir en otras partes.
Claro, y además la cantidad de hacienda de la Argentina hace muchos años que se mantiene constante, sin embargo, en los campos ya no se las suele ver más, entonces a algún lado fueron.
Exacto. Nosotros para poder hacer eso, tenemos que empezar a suplir a nuestros suelos con nutrientes que vienen de afuera. Vos para exportar soja o maíz tenes que importar fertilizantes que no se producen em el país. Entonces, estas importando cosas que vienen de afuera (ellos ganan mucho dinero porque el fertilizante tiene mucho valor agregado) y producís granos para alimentar animales que no están en el país. Por supuesto que siempre hay que reponer algo en el suelo, pero hasta viéndolo desde esa ecuación -de la economía global- hasta es más interesante producir fertilizantes en Argentina. Si vamos a hacer una agricultura de minería, entonces al menos produzcamos el fertilizantes a nivel local. No es una tecnología imposible. Tampoco quiero promover eso, pero incluso viéndolo desde este punto de vista no es rentable.
¿Te gustaría decir algo más que no te haya preguntado?
Me gustaría terminar con la idea de que yo creo que la agroecología está creciendo, muy lentamente, pero está creciendo. Es como un asado que se está haciendo a fuego lento. Cada vez son más los productores que transitan hacia algo alternativo o diferente. Así como crece el agronegocio y los pools de siembra, también está creciendo lo otro. A otro paso, a otra escala y envergadura, pero creciendo. Aun cuando el agronegocio tiene mucho apoyo del estado y lo alternativo no tiene ningún apoyo porque no hay ninguna política destinada al fomento de este sector. Sería bueno encontrar esas opciones de negocio interesantes para el estado que a la vez impliquen producir de una forma diferente, como está haciendo Uruguay con el carbono del suelo en su ganadería. Son modelos de negocios creativos que tenemos que pensarlos. Entonces la idea es esa: está creciendo.
[i] Tittonell fue coordinador nacional del Programa de Recursos Naturales y Medio Ambiente del INTA (2015-2018), y profesor titular de Ecología de Sistemas Agrarios en la Universidad de Groningen, en Holanda (2011-2020), donde co-diseñó y coordinó el programa de Maestría en Agricultura Orgánica de dicha universidad. Se desempeña como profesor externo en la Ecole Doctorale GAïA de la Universidad de Montpellier, Francia y de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires, y de la Maestría en Agroecología de la Universidad Nacional de Rio Negro, Argentina.
Es agrónomo de formación y trabajó tanto en el sector privado como en organizaciones académicas y de investigación. Tiene un doctorado en Ecología de la Producción y Conservación de Recursos y sus áreas de especialización incluyen la fertilidad del suelo, la agroecología, la biodiversidad y el análisis de sistemas. Entre las áreas de interés más recientes se incluyen las interacciones entre sociedad y naturaleza en paisajes multifuncionales y su adaptación al cambio global.
Participó en una diversidad de proyectos de investigación y desarrollo en todo el mundo sobre diseño, resiliencia y adaptación de sistemas agropecuarios, con énfasis en los procesos socio-ecológicos. Su carrera en el campo de la investigación internacional comenzó en el Instituto de Biología y Fertilidad de Suelos Tropicales (TSBF) del CIAT en Nairobi, Kenia, e incluye un período en la Universidad de Zimbabwe, donde dirigió programas de investigación y educación.
Es miembro de la Comisión Internacional para la Intensificación de la Agricultura Sostenible (COSAI) y del Panel Intergubernamental para la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES). Editor de la revista Agricultural Systems y miembro del consejo editorial de Global Food Security, Agronomy for Sustainable Development y Land Degradation and Development. Publicó más de 195 artículos científicos en revistas internacionales (índice h 48; estuvo entre el 1% de los autores más citados en Agronomía en 2018, 2019, 2020 y 2022). Consultor para la FAO y para varias ONG internacionales; capacitó a un gran número de investigadores jóvenes, estudiantes de doctorado y postdoctorados con trabajo de campo en Europa, América Latina, Asia y África.
Agroecología, área ambiente y política