Escuela de Hábitat y Sostenibilidad, Instituto del Transporte
Cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Ambiente. En este marco el Dr. Daniel Álvarez, Director del Instituto del Transporte de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad de la UNSAM, fue consultado para explorar la relación entre ambiente, transporte y cambio climático, un vínculo clave en la agenda ambiental global.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta el sector del transporte en la transición hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, especialmente en regiones altamente dependientes de los combustibles fósiles?
El sector del transporte enfrenta grandes desafíos en su transición hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, especialmente en aquellas regiones que históricamente han dependido en gran medida de los combustibles fósiles, como América Latina y el Caribe. En primer lugar, las infraestructuras actuales presentan serias limitaciones. Carreteras, puertos, redes ferroviarias y terminales logísticas no han sido modernizadas ni adaptadas para soportar tecnologías limpias como la electrificación de flotas o el uso de biocombustibles. La falta de infraestructura adecuada no solo encarece la adopción de estas tecnologías, sino que también dificulta la implementación de sistemas de transporte intermodal que podrían reducir la huella de carbono.
A esta situación se suman los altos costos iniciales asociados a la transición. La inversión necesaria para renovar flotas, instalar estaciones de carga eléctrica, adaptar terminales y capacitar al personal es considerable, y no todos los países disponen de recursos financieros ni incentivos que estimulen a empresas y gobiernos para dar el salto tecnológico. Esto crea un círculo vicioso, donde la falta de inversiones frena el avance hacia modelos de transporte más sostenibles.
Otro desafío que creo yo es clave es la falta de coordinación institucional y de gobernanza. Las políticas y regulaciones en torno a la transición energética en el transporte suelen ser fragmentadas, sin una estrategia regional clara que permita armonizar normativas y esfuerzos.
No tenemos que olvidar que existe una brecha significativa en términos tecnológicos y de formación de capital humano. La adopción de tecnologías avanzadas, como el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el big data y los sistemas de gestión digital, es todavía incipiente en muchas partes de la región. Esto, sumado a la falta de personal capacitado para operar estas tecnologías, representa un obstáculo importante que limita la transición efectiva hacia energías más limpias.
La presión del comercio internacional también juega un papel determinante. Los mercados globales exigen cada vez más que los procesos de producción y transporte sean sostenibles, y las regulaciones internacionales, como el Acuerdo de París o el Pacto Verde Europeo, imponen condiciones estrictas para la reducción de emisiones. En este contexto, no adaptarse rápidamente puede traducirse en una pérdida de competitividad, con consecuencias directas para las economías regionales.
La transición del transporte hacia fuentes de energía más limpias en regiones altamente dependientes de los combustibles fósiles es un desafío complejo, que requiere inversiones estratégicas, innovación tecnológica, una fuerte coordinación institucional y una visión integral que combine sostenibilidad, competitividad y equidad social.
Desde tu experiencia, ¿cómo están respondiendo las cadenas de valor logísticas globales al imperativo climático? ¿Qué estrategias o tecnologías emergentes consideras más prometedoras para reducir las emisiones del transporte?
Las cadenas de valor logísticas globales están adoptando una respuesta cada vez más decidida al imperativo climático, conscientes de la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a un entorno regulatorio y de mercado cada vez más exigente. Este proceso de transformación implica no solo cambios tecnológicos, sino también ajustes en los modelos de negocio, la colaboración entre actores y la adopción de prácticas sostenibles que abarquen toda la cadena de suministro.
En términos de transporte, se observa un crecimiento significativo en la adopción de flotas eléctricas e híbridas, especialmente en segmentos como la distribución urbana y la última milla. Los vehículos eléctricos, junto con la infraestructura de carga adecuada, representan una opción cada vez más viable para reducir la huella de carbono del transporte terrestre. Asimismo, se están explorando tecnologías alternativas como el uso de biocombustibles sostenibles, hidrógeno verde y combustibles sintéticos, que podrían reemplazar a los combustibles fósiles en modos de transporte de larga distancia, como el marítimo y el aéreo.
Otra tendencia emergente es el desarrollo de corredores logísticos verdes y el impulso a la intermodalidad, combinando distintos modos de transporte para aprovechar las ventajas de cada uno. El transporte ferroviario y fluvial, por ejemplo, ofrecen alternativas más sostenibles al transporte por carretera, al reducir las emisiones por tonelada transportada. La combinación de trenes, barcos y camiones eléctricos en rutas optimizadas permite avanzar hacia cadenas logísticas con menor impacto ambiental.
Hay un tema que quiero destacar y que es una tendencia que se va afianzando paulatinamente. Las empresas líderes están también invirtiendo en infraestructuras energéticamente eficientes, como almacenes con sistemas inteligentes de climatización y uso de energías renovables, y en prácticas de logística inversa y economía circular, que buscan reducir residuos y reutilizar materiales. A su vez, la aplicación de blockchain está mejorando la transparencia y la confianza en las cadenas de suministro, lo que facilita el seguimiento de prácticas sostenibles y la certificación de productos con bajo impacto ambiental.
En síntesis, considero que las cadenas de valor logísticas globales están incorporando una combinación de estrategias tecnológicas, operativas y colaborativas para hacer frente al imperativo climático. Si bien todavía existen desafíos, como la necesidad de inversión, la actualización de infraestructuras y la formación de talento especializado, las tendencias hacia una logística más sostenible son claras y están marcando el rumbo hacia un transporte con menores emisiones y mayor resiliencia.
¿Qué rol deberían jugar las políticas públicas y la inversión privada en acelerar una movilidad baja en carbono sin comprometer la eficiencia logística ni la competitividad económica?
Las políticas públicas y la inversión privada desempeñan un papel crucial en la transición hacia una movilidad baja en carbono que mantenga la eficiencia logística y la competitividad económica. Para alcanzar este equilibrio, es necesario que ambos sectores colaboren y se complementen en sus esfuerzos, generando un ecosistema propicio para la adopción de soluciones sostenibles.
Desde el sector público, es imprescindible establecer un marco regulatorio claro y predecible que incentive la adopción de tecnologías limpias y la modernización de las infraestructuras de transporte. Las políticas deben incluir normas ambientales ambiciosas, pero también realistas, acompañadas de incentivos económicos como subsidios, créditos fiscales y financiamiento verde para proyectos sostenibles. Además, es fundamental promover la inversión en infraestructuras adaptadas a las nuevas tecnologías, como estaciones de carga para vehículos eléctricos, corredores logísticos multimodales y terminales intermodales eficientes. Estas inversiones permitirán reducir las emisiones sin sacrificar la eficiencia en el movimiento de mercancías.
Por su parte, el sector privado tiene la responsabilidad de adoptar nuevas tecnologías y modelos de negocio que combinen sostenibilidad y competitividad. Las empresas deben invertir en la renovación de flotas orientadas a los vehículos eléctricos o híbridos, integrar sistemas digitales avanzados para optimizar sus operaciones, y fomentar la economía circular mediante la logística inversa y la reducción de residuos. La colaboración entre empresas, a través de acuerdos de colaboración y plataformas compartidas, también puede contribuir a la eficiencia del sistema logístico, disminuyendo costos y emisiones.
Ambos sectores, público y privado, deben colaborar en iniciativas conjuntas, como proyectos piloto de corredores logísticos verdes, hubs digitales regionales y alianzas para el desarrollo de infraestructura crítica. La cooperación regional e internacional es igualmente fundamental para armonizar normativas, facilitar el comercio transfronterizo y atraer inversiones que aceleren la transición.
Las políticas públicas deben proporcionar el marco, los incentivos y las infraestructuras necesarias, mientras que la inversión privada debe aportar la innovación, la tecnología y el capital para implementar soluciones efectivas. Esta sinergia permitirá avanzar hacia una movilidad baja en carbono sin afectar la eficiencia logística ni la competitividad económica, garantizando un desarrollo equilibrado y sostenible.
En el marco del Día Mundial del Ambiente, ¿cómo crees que la transformación de los sistemas de transporte puede contribuir de manera significativa a la protección del ambiente y a la mitigación del cambio climático?
La transformación de los sistemas de transporte puede desempeñar un papel central en la protección del ambiente y en la mitigación del cambio climático, al ser uno de los sectores más intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero y en consumo energético. Esta transformación no solo tiene el potencial de reducir las emisiones, sino que también puede generar beneficios colaterales que contribuyen a la sostenibilidad y la resiliencia de los territorios.
La adopción de tecnologías limpias, como vehículos eléctricos, biocombustibles sostenibles e hidrógeno verde, permite disminuir significativamente las emisiones de carbono asociadas al transporte. La electrificación del transporte público, el uso de energías renovables en operaciones logísticas y la implementación de sistemas inteligentes de gestión de flotas y rutas pueden maximizar la eficiencia energética y reducir la huella ambiental.
El cambio hacia modelos logísticos intermodales y colaborativos facilita un uso más racional de los recursos, al combinar modos de transporte con menores emisiones (ferrocarril, fluvial, transporte eléctrico) y reducir la dependencia del transporte por carretera, históricamente más contaminante. Esta estrategia también ayuda a descongestionar las ciudades, disminuyendo la contaminación del aire y mejorando la calidad de vida urbana.
La transformación del transporte impulsa la innovación en la infraestructura, promoviendo soluciones sostenibles como terminales intermodales, hubs logísticos eficientes y corredores verdes. Estas inversiones no solo benefician al clima, sino que también fortalecen la competitividad y la resiliencia de las economías locales y regionales. La digitalización y la automatización, mediante el uso de tecnologías digitales, optimizan las operaciones, reducen pérdidas y mejoran la trazabilidad y la sostenibilidad en toda la cadena de valor.
El impacto ambiental positivo no se limita a la reducción de emisiones. Una transformación profunda del transporte también contribuye a la conservación de ecosistemas al minimizar la expansión de infraestructuras lineales invasivas, y permite implementar prácticas logísticas circulares, como la logística inversa y la reducción de residuos. A su vez, la mejora de la planificación urbana, con políticas de movilidad sostenible y el desarrollo de zonas de bajas emisiones, promueve un entorno más saludable para las personas.
Al reducir la huella de carbono, impulsar la eficiencia energética, modernizar infraestructuras y promover la colaboración y la innovación, la transformación de los sistemas de transporte no solo es un componente clave para mitigar el cambio climático, sino que también sienta las bases para una protección integral del ambiente, contribuyendo a un desarrollo más justo y sostenible.
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