Escuela IDAES

Día de lxs trabajadorxs: un homenaje a todxs lxs que hacen Escuela IDAES

En este contexto tan especial, queremos homenajear a los trabajadores y las trabajadoras que hacen posible que nuestra institución siga funcionando todos los días.

¿Cómo se sostiene la educación universitaria en tiempos de pandemia? ¿Cuáles son los desafíos para la investigación cuando se reducen las posibilidades de intercambio y se transforma la modalidad del trabajo de campo? ¿De qué manera nos organizamos cuando nuestras obligaciones laborales se solapan con tareas domésticas y de cuidado? Hace más de un año vivimos en circunstancias excepcionales y, aún así, nos esforzamos cada día para seguir enseñando, investigando, gestionando. Decenas de personas damos lo mejor para que nuestra institución se fortalezca y reconstruya sus lazos en la virtualidad. Hoy, en este 1 de mayo tan especial, nuestro homenaje es para los trabajadores y trabajadoras que hacen posible que Escuela IDAES siga adelante. Queremos conocer sus experiencias y sus testimonios, que nos cuenten cómo se modificaron sus tareas y su vida cotidiana en este contexto tan particular.

 

Romina Giler – Trabajadora no docente

Hola a tod@s. Quería contarles cómo es mi experiencia diaria a partir de no trabajar todos los días con mis compas en la ofi. Tal vez esa sea la parte más difícil, porque somos un lindo grupo de trabajo y nos apoyamos entre todos y, aunque a la distancia eso sigue ocurriendo, la falta de contacto se hace sentir (¡sobre todo, el horario del cafecito y nuestros viernes de medialunas!).

En mi caso particular, tengo la suerte de tener casi todo lo necesario para poder llevar a cabo el trabajo diario: un marido, Pablo, entendido en sistemas, que no es poca cosa porque si no, estaría intentando aún instalar el Anydesk, y de tener una hija universitaria, Yael, que ya no me necesita (bah, ponele) para sus tareas u otro tipo de cuestiones. Completa la familia mi perra Luna, la más feliz de todos porque nos tiene todo el tiempo para ella.

La verdad que muchas cosas mejoraron y creo que llegaron para quedarse, hay trámites que se agilizaron y, aunque como ya dije, se extraña el contacto con los demás, también es cierto que a veces está bueno no tener que salir de casa y cruzar el centro porteño, con todo lo que eso implica. Y ni hablar de l@s que tienen que utilizar el transporte público.

También es cierto que el día a día se hace algo más monótono y, a veces, parece no tener corte y tu espalda te lo hace notar. Muchos dicen que con el home office se trabaja menos pero, al menos en este tipo de trabajo, a muchos se nos duplicó: en la ofi, con solo imprimir algo o consultarle o explicarle algo al de al lado, era suficiente. Ahora, todo implica un pasito más, un mail más, un whatsapp más, un audio más. Pero es lo que elegimos hacer .y lo llevamos adelante con el mayor cariño y responsabilidad posible.

Les deseo a tod@s un Feliz día de/la trabajador/a. Abrazo a la distancia.

 

Valeria Manzano– Docente e investigadora

Algunas efemérides todavía tienen la capacidad para inducirnos a pensar históricamente nuestro presente. Los datos son conocidos: el 1 de mayo de 1886, en diferentes ciudades de Estados Unidos, trabajadoras y trabajadores se declararon en huelga hasta conseguir la jornada laboral de ocho horas. Ahí las claves para abordar una jornada que evoca una modalidad de lucha y un reclamo que es, hoy, igualmente crucial. Para quienes preservamos un empleo remunerado: ¿cuánto dura una jornada laboral en plena pandemia y auge del teletrabajo? ¿Cuáles son las tareas remuneradas y las tantas otras que constituyen una jornada laboral, especialmente para las mujeres? ¿Cómo reconstruir lazos de solidaridad y validar reclamos en un momento crítico? Son sólo algunas preguntas a propósito de otro primero de mayo en pandemia.

 

Gabriel D. Noel – Docente e investigador

Trabajar como docente universitario en pandemia implicó – como cualquier otro trabajo – una serie de adaptaciones, compromisos, frustraciones y aprendizajes que nos pusieron a prueba de manera tan perentoria como imprevista. Los más obvios son conocidos y compartidos por todxs: la necesidad de procurarse un dispositivo que permitiera una transmisión razonable de audio y video (por suerte mi conexión hogareña estaba más o menos a la altura, pero hubo que salir a comprar máquinas con urgencia y se sabe que no son baratas, en particular en relación con los menguados salarios de lxs investigadores en la Argentina) y de encontrar – siguiendo la recomendación de Virginia Woolf – un espacio propio en el cual poder instalarse sin interrupciones (lo cual, considerando que convivo con otros cuatro heavy users de dispositivos y conexiones, no siempre fue sencilo de resolver). Mi solución fue refugiarme en mi dormitorio – previo armado de cama, para disponer de una vista mínimamente prolija – e instalarme allí, cámara apuntando a una pared blanca, a dos puertas cerradas de distancia del resto de mis convivientes y de la habitual, digamos… sonoridad de mi unidad doméstica

Resueltas estas consideraciones prácticas – y nada menores, puesto que sabemos que las condiciones materiales mandan – quedaban las pedagógicas: qué hacer ante una presencialidad que aparecía como improbable (al principio de la pandemia) y como imposible (apenas unos meses después). Generalizando a partir de mi propia y particular situación personal y doméstica – extenuado, desbordado, “quemado”, frustrado y sobreexigido por tareas de aprovisionamiento, mantenimiento y cuidado, con una temporalidad irregular, caótica y demandante siempre modulada por la urgencia – opté por transferir a modalidades asincrónicas tantas actividades como fuera posible (en especial las partes expositivas de las clases, que eran grabadas en video), y dejar la sincronicidad para discusiones, debates, consultas y revisiones, en encuentros puntuales, breves y escasos. Esto liberaba, tanto a lxs estudiantes como a mí, de la obligación y exigencia de disponer de tiempo, suministro eléctrico, dispositivo, conexión y atención suficiente en un momento específico, y disponer libremente del momento y las condiciones de “asistencia” a las clases. Aunque en términos estrictamente pragmáticos creo que el dispositivo funcionó, implicó para mi una pérdida tan grande como imprevista: la ausencia del feed-back emocional, pasional, efectivo que se produce en el contacto simultáneo (aún mediado por dispositivos) con mis estudiantes en tiempo real. Ellxs me veían a mí más – mucho más – de lo que yo lxs veía a ellxs, y algo del hau del don – con perdón de la referencia antropológica – se perdía en el camino. Eso me llevó, este año, a redistribuir un tanto las cargas entre sincronía y asincronía, por estos motivos quizás egoístas, pero psicológicamente – para mí – indispensables. Veremos cómo funciona.

La pandemia siguió, sigue y todo indica que seguirá algún tiempo más (para decirlo en clave optimista). Supongo que no es ninguna novedad decir que estamos hartos de no vernos, no convivir, no compartir en copresencia. Tampoco es ninguna novedad decir que la solución a ese hartazgo es tascar el freno de nuestra impaciencia y extremar las prácticas colectivas de cuidado de modo de poder volver a las aulas en condiciones seguras cuando ello sea posible y ni un minuto antes. Pero no todo es pérdida. Hemos adquirido una serie de herramientas y competencias cuyo uso sin duda sobrevivirá al actual confinamiento estricto, y que nos permitirán multiplicar las opciones a la hora de pensar nuestra práctica docente en el futuro (y no nos olvidemos: cuando la urgencia haya levantado un poco el pie es menester ponernos a pensarlas, deliberada y reflexivamente). Mientras tanto, seguiremos trabajando y buscando la manera de mantener la pasión, el interés, la curiosidad y los aprendizajes, haciendo nuestra propia historia – como siempre – en condiciones que no elegimos.

 

Yamila Signorello – Trabajadora no docente

Los límites entre lo personal y lo laboral se desdibujaron por completo. La noción de una jornada de trabajo normal, también. Mi casa es un caos, y ni siquiera un caos bello o poético. La computadora, la taza del desayuno, el mate del mediodía y algún que otro juguete de mi hijo de 11 meses y medio se mezclan en un pequeño escritorio improvisado que compartimos con mi compañero para cumplir con las demandas del teletrabajo.

Compatibilizar la jornada laboral de ambos, el cuidado de Fausto, distintas capacitaciones profesionales y sindicales junto a las tareas del hogar se convirtieron en una hazaña diaria, de esas que te hacen tomar un café al final del día y sentirte completamente satisfecha por haberlo logrado, casi sin poder creerlo.

Sé que no soy la única. Afortunadamente, contamos con compañeros que dejan todo por la UNSAM. Compañeros que sobreponiéndose a las limitaciones de la virtualidad se han puesto al hombro sus trabajos, yendo más allá de sus responsabilidades haciendo malabares con sus proyectos, su hogar, su familia y siempre con una sonrisa.
A ellos mi reconocimiento y agradecimiento. La Universidad no sería lo que es sin sus Nodocentes.

 

Lucas Iramain – Docente e investigador

Tuve que realizar varios cambios en mi trabajo cotidiano como docente e investigador en el marco de la pandemia. Si bien en mi labor pedagógica ya venía desde hace varios años utilizando ciertas herramientas propias de un entorno virtual (como el uso de materiales audiovisuales, la digitalización de toda la bibliografía obligatoria y optativa, la confección de una página web para la materia Introducción a la sociología, etc.), lo cierto es que la pandemia me obligó a profundizar el manejo de dichas herramientas y, sobre todo, a encarar nuevos dispositivos a fin de dictar asignaturas de manera totalmente virtual para cursos muy numerosos que excedían, en algunos casos, la capacidad de las distintas plataformas (de allí el ensayo y uso de distintos canales como el campus virtual, la utilización de la plataforma classroom, el dictado de clases a través de distintos medios como Zoom, Meet, Jitsi, YouTube live, etc.). Eso supuso un gran desafío, no sólo pedagógico, sino también en lo que atañe al vínculo con los equipos docentes, autoridades, personal administrativo y, en especial, con lxs estudiantes. Fue muy importante, en términos del lazo social, mantener las clases a pesar de todas las dificultades que trajo aparejada la falta de presencialidad, tratando de aprovechar al máximo los encuentros sincrónicos como también las formas de dictado asincrónico, manteniendo el contacto con lxs estudiantes a través de la generación de espacios de intercambio, consulta y debates en las clases virtuales como así también en las comunicaciones a través de los mails institucionales de las materias, el campus virtual o el classroom.

 

Nicole Toftum – Becaria doctoral

La tarea de investigación siempre fue particular sobre los límites. Qué es trabajo y qué es estudio no siempre es claro; qué lectura se realiza por placer y cuál es el horario de trabajo tampoco.Los límites se han vuelto aún más difusos. Mis intervenciones en congresos se sincronizan con los centrifugados del lavarropas y mi voz sigue siendo la de un auditorio con público que respira y murmura. El eco me recuerda que quizás mis vecinas no ajustan su sueño para coincidir con otras franjas horarias.

La investigación no se realiza en islas y la interdisciplinariedad de la Escuela IDAES se reforzaba por acaloradas discusiones y fascinantes conversaciones en los viernes de shawarma y en los cafés de interludio en los seminarios. Sin lugar ni presupuesto para un escritorio, mi computadora se corre para hacer lugar al plato de comida y vuelve rápido a su lugar. El estómago lleno ya no tiene el reposo de la sobremesa del que han surgido espontáneas vinculaciones, recomendaciones y contactos estratégicos.

 

Nahuel Potenza – Trabajador no docente

El trabajo en virtualidad es un cambio completamente drástico. Tengo la suerte de trabajar no solo en la Escuela IDAES, que es un lugar maravilloso, sino en el departamento de alumnos. Y algo que es muy destacable de esta tarea es la experiencia de interactuar cara a cara con estudiantes todo el tiempo, más allá de que siempre tuvimos medio de contacto virtuales como el mail, las redes, el SIU, etc. Entonces comenzás a ver a alguien cuando se está inscribiendo, conocés a esa persona cuando trae la ficha de inscripción para anotarse. Y podés ver todo el camino, toda la experiencia educativa, hasta que también viene de forma presencial a traerte su tesis. Para mí es muy duro, difícil y triste no poder tener esa presencialidad, y no poder ver cómo un estudiante se desarrolla desde una ficha de preinscripción, desde un “vamos a ver qué pasa” hasta un “mirá, lo completé, este es trabajo final después de todos estos años haciendo este camino”. Me parece triste porque la dinámica cambia y ahora lo único que vemos son nombres, DNIs, mails; más allá de que uno tiene también la posibilidad de hacer videollamadas, de trabajar de forma personal con algunos estudiantes. La interacción en persona es súper importante para mí, es un vínculo que creo nos caracteriza también como Escuela, y no tener esa dinámica es un pesar. Y hace de alguna forma más complejo el trabajo, menos lindo.

Además, la rutina familiar cambió rotundamente. En lo personal a mi papá lo operaron hace un tiempo, estoy un poco a cargo de él que está jubilado, es grande. Entonces me siento un poco repartido, estoy trabajando y voy un rato a tomar mate con él. Vuelvo y hay que mandar un certificado, y en el medio le digo “che, ¿cuándo juega Boca?”. Cosas que compartimos de nuestro vínculo. También mi hermano empezó a estudiar, hace poco, en la UNSAM. Terminó el colegio en pandemia y empezó la universidad también en pandemia. Es un momento duro para él, porque perdió un montón de cosas que son lindas de ese pasaje, de terminar un camino y elegir estudiar en una universidad, porque podría haber elegido otra cosa y él eligió, y eligió la UNSAM. Tengo que acompañarlo a él en este momento tan particular que tiene nuestro país y el mundo, para que pueda hacer esa transición.

Además creo que, a la fuerza, nos damos cuenta de que nosotros permitimos que las instituciones sigan funcionando. Si uno piensa que en la Escuela IDAES somos apenas 28 no docentes, es increíble ver nuestro trabajo. A veces entramos a un edificio y parece que es el edificio el que hace las cosas, que el edificio es el que trabaja: ahí está la Escuela IDAES, es esos edificios que tenemos. Y es loco pensar que no es el edificio, ¿no? La institución sigue funcionando gracias a que hay muchas personas distribuidas en sus hogares trabajando en la virtualidad, que siguen dando vida a la Escuela IDAES. Eso me parece una locura.

Nuestro desafío es tratar de acercarnos lo más posible a los estudiantes, tratar de que la virtualidad no sea un motivo de deserción. Que se sientan cerca, que sientan que estamos. Quizás hay que aprender a utilizar otras herramientas, como el Zoom, el Meet, o la plataforma de aulas virtuales. Y es importante que esto no sea un motivo de deserción, que sea un momento más de un camino académico, de una elección propia. La clave es tratar de estar cerca siempre, con el correo, con el whatsapp, con el teléfono, con el Zoom, con el Meet, y tratar de acompañar más que nada a los y las estudiantes que recién comienzan, que se han perdido todo lo bello que tiene la experiencia de ir al Campus. Creo que ese es el desafío más grande. Quienes avanzaron más en la carrera ya conocen lo que es el campus, lo que es cursar ahí, y saben que es una herramienta fundamental y hermosa de nuestro trabajo.

 

Ximena Ustariz – Trabajadora no docente

La realidad es que me costó mucho escribir unas breves palabras, porque parecería que el universo estaba esperando que nos encerraran para ponerme varios desafíos; no solo a nivel laboral, sino mayormente en lo personal.Yendo a lo laboral, hubo que modificar y acomodarse a procesos “ya conocidos” y cambiarlos en 180°. Tuvimos que aprender nuevos procesos y adquirir nuevas herramientas, algo que normalmente encuentro divertido, pero en este caso fue abrumador y tedioso. Quienes me conocen saben que soy un bicho social y necesito la interacción como el aire, la pandemia al principio me lo sacó. Luego con el tiempo me lo devolvió, pero modificado con un cartel invisible que decía: “es lo que hay, acostumbrate, crecé y aceptalo”. Así lo vengo haciendo con reticencia pero templanza.

Igualmente creo que mi mayor desafío fue en lo personal, ya que me tocó cursar el cáncer de mi vieja, sola y alejada de todos mis afectos (incluidos mi hermanos). Me tocó aguantar el fuerte y hacerle frente a dos bichos “covid-19” y “cáncer”. Aguantar la quimio, la operación y los rayos de mi madre y mostrarme entera por mi hijo (quien, destaco, se portó como un rey, dándome las fuerzas que necesitaba).

Nos tocó acomodarnos a la virtualidad de las clases diarias y al trabajo virtual. A ser maestra, cocinera, enfermera, peluquera masculina (juro no hacerlo de nuevo), psicóloga, amiga, hija y madre. Mi carrera la verdad que fue un refugio, pude avanzar un montón y gracias al apoyo de esos libros y exámenes sacar un poco la mente de todos los problemas. Lo mismo me pasó con la cocina, todo casero desde el pan al yogurt y hasta el queso crema hago ahora …. ¡Doña Petrona un poroto! (Uh, se me cayó una sota).

Nos tocó, como a todos, no poder salir y de hacerlo parecer un teletubi. Sin embargo siempre elegimos, con mi familia, ponerle el pecho y una sonrisa a todo. Sabíamos que era el único camino y sin pecar de “positivista” tengo que ser realista: la pandemia me sacó mucho, pero me devolvió mucho más. Me devolvió tiempo con mi vieja, mayor comunicación con mi hijo, avance en mi carrera y lucidez en lo que busco a nivel profesional .Todo gracias al apoyo siempre de mis amigas/os y hermanas/os de la vida (Pepi, Carito, Mariqui, Magui, Cari, Chris, Belu, Luqui; entre otros), que virtualmente supieron estar, así que reafirmo mi visión de “ver el vaso medio lleno”.

Hoy, lamentablemente, nos toca volver a transitar con incertidumbre y miedo, no saber qué nos depara el futuro. El dolor de perder seres queridos está cada vez más cerca, por eso es que vuelvo a meterme en mi interior para reagrupar y buscar fuerzas porque, como todo, va a pasar. Hay que transitarlo con responsabilidad y conciencia, pero sin perder las esperanzas. Espero no haberlos aburrido y ¡feliz día a todos!

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Nota actualizada el 3 de mayo de 2021

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