LICH - Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas

Agronegocio, megaminería y extractivismos urbanos

El LICH acaba de inaugurar el Programa de Investigación “Conflictos socioambientales, conocimientos, y políticas en el mapa extractivista argentino”. En esta nota la doctora Cecilia Gárgano, coordinadora del proyecto, ofrece su visión sobre la relación entre desarrollos científicos estatales y modelos productivos cuestionados por sus consecuencias socioambientales.

En la década del 70 se intensifica en nuestro país el avance de la frontera agrícola y la implementación intensiva del paquete tecnológico de la llamada “revolución verde”, un proceso mundial que consolidó la implementación de soluciones químicas para los problemas de la agricultura. Pero el inicio del actual modelo agroindustrial argentino está asociado al boom sojero que se da a partir del año 96 con la aprobación de la variedad de soja transgénica resistente al herbicida Roundup, cuyo principio activo es el glifosato. Desde entonces, hay una política de Estado sostenida que hace pie en esta forma de producir que viene generando desde hace décadas problemas territoriales de éxodo rural; incremento de la desigualdad social; problemas ambientales ligados a la creciente contaminación por plaguicidas en suelos, aires y sobre todo en aguas; y problemas sanitarios en las poblaciones asociados a los daños que estas sustancias tóxicas generan.

Como historiadora comencé indagando los problemas del agro argentino y la producción estatal de conocimientos orientados a este sector durante la década de 1970. Si toda investigación es un viaje, ésta implicó uno por diversos territorios rurales y otro simbólico que me llevó desde el pasado reciente a la actualidad para recorrer de qué forma se enlazan hoy conocimientos, Estado, y conflictos socioambientales. También es un viaje que llega a distintas comunidades, donde quienes sufren las marcas de la agricultura hegemónica en sus cuerpos y territorios son instados a conseguir las evidencias científicas para probar estos daños frente a desprotecciones que son sistemáticas. La búsqueda también se orienta a recuperar estas voces, y busca hacer junto a ellas. Recientemente estuvimos en el partido bonaerense de Lobos, en donde a instancias de la comunidad el INTA encontró niveles alarmantes de agrotóxicos en los suelos de escuelas, plazas, en el agua que consume la población y hasta en la laguna del pueblo.

En nuestro país hay una gran cantidad de científicos y científicas que vienen denunciando y acompañando a las comunidades que han sido y siguen siendo las primeras en dar la voz de alarma. Pero lo cierto es que esas miradas científicas que existen en nuestro país y en el mundo en las diversas ramas del conocimiento, son también minoritarias en las agendas de las políticas científicas estatales que están implicadas con mayor fuerza en este modelo productivo. De hecho, la primera variedad de trigo transgénico ya fue autorizada en nuestro país. Se trata de una variedad tolerante a un herbicida aun más tóxico que el glifosato, que es el glufosinato de amonio. Veinticinco años después de la aprobación de la soja transgénica, esta discusión vuelve a darse a espaldas de la comunidad, sin contemplar los daños recurrentes que esta forma de producir ha generado. No se incorporan los enfoques científicos que tratan de poner la lupa en, por ejemplo, qué pasa con los daños no solamente agudos sino crónicos en el uso de estas sustancias, con los cócteles de los herbicidas que sabemos que se usan en el campo.

Entonces, ¿hay ciencia crítica frente a este modelo agroindustrial? Sí, por supuesto que la hay, pero en una posición completamente minoritaria en relación a la ciencia mayormente producida con fondos estatales que funciona como insumo fundamental para el agronegocio.

La pregunta que surge, entonces, es cómo dialoga este escenario con otros extractivismos. Un interrogante que necesariamente demanda un trabajo colectivo. Con la idea de avanzar en estas problemáticas en distintos escenarios, junto al doctor Agustín Piaz, inauguramos el Programa de Investigación Conflictos socioambientales, conocimientos, y políticas en el mapa extractivista argentino radicado en el LICH. A partir de una mirada interdisciplinar y uniendo líneas de trabajo de distintos espacios institucionales, nos proponemos mapear diversos conflictos vigentes y analizar lógicas comunes. Agronegocio, megaminería, extractivismos urbanos: ¿qué nos dicen sus trayectorias históricas recientes? ¿Cómo dialogan los extractivismos con la producción de conocimientos y discursos tecnocientíficos? La hipótesis general que orienta el plan de trabajo es que la generación estatal de conocimientos posee relevantes implicancias socioambientales derivadas de una trayectoria histórica de producción y apropiación de saberes que ha jerarquizado algunos enfoques científicos sobre otros, y ha incluido algunas voces ciudadanas y excluido otras.

Nos proponemos explorar dos dimensiones que suelen estar poco presentes en la literatura que analiza estos conflictos. Por un lado, analizar el rol de conocimientos científicos y políticas públicas generadas desde el Estado y sus implicancias socioambientales. Por otro lado, problematizar el lugar que ocupan estos conocimientos y criterios, en particular la noción de “evidencia científica”, en los dispositivos regulatorios y en las disputas legales que realizan poblaciones afectadas por los efectos sanitarios y ambientales de estas actividades productivas. Un análisis que buscará identificar problemáticas en la organización del conocimiento generado con fondos públicos y explorar sus implicancias sociales, ambientales y políticas.

Existen otras maneras de producir en nuestro país y en el mundo entero, por ejemplo la agroecología, que también implican cuestionar los circuitos y lo que se produce. El mismo nivel de daño que ha generado el agronegocio es el que hace que sean las poblaciones las que se ponen en pie de lucha, y empiecen a ganar la agenda pública. Con el Programa de Investigación que iniciamos, buscaremos visibilizar estas otras formas de producir y habitar.

Imagen: Telam

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Nota actualizada el 14 de septiembre de 2021

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