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Peter Wade: “El mestizaje colabora con la negación del racismo. Lo disfraza, lo vela”

El antropólogo británico presentó en el Campus Miguelete “Culturas del antirracismo en América Latina”, un proyecto de investigación que lleva adelante con académicxs y artistas de Argentina, Brasil y Colombia. En esta entrevista, se refiere al rol del mestizaje en el racismo de la región, el vínculo entre la racialización y las desigualdades económicas, y las luchas antirracistas contemporáneas.

Por Verónica Engler

¿Cuál es el color piel? ¿Por qué hay personas que deben explicitar cierta ascendencia para dar cuenta de su fisonomía, mientras que para otras eso no es necesario? La portación de rostro, sin duda, tiene un costo social que parece evidente aunque pocas veces se perciba a simple vista. ¿Será porque muchas de las naciones de América enarbolaron esa entelequia llamada “crisol de razas” para dar cuenta de la unión en la diversidad al tiempo que sus sociedades eran modelizadas por hombres blancos a imagen y semejanza de la Europa conquistadora?

“Las formas de racismo en América Latina fueron moldeadas en gran medida por las ideologías y las prácticas del mestizaje, considerado tanto mezcla biológica como cultural”, subraya el antropólogo británico Peter Wade, que esta semana presentó en el Campus de la UNSAM “Culturas del antirracismo en América Latina” (CARLA), un proyecto de investigación que lleva adelante con académicxs y artistas de Argentina, Brasil y Colombia, y que ya cuenta con una gran exhibición en línea de obras de lo más variadas. Literatura indígena, teatro mapuche, cine, hip-hop, arte afrocolombiano, performances de organizaciones indígeno-negras y danza callejera son algunas de las expresiones incluidas en esta experiencia de colaboración.

El objetivo de CARLA —iniciativa de la que participa Ezequiel Adamovsky, historiador del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) de nuestra Escuela de Humanidades (EH)— es explorar cómo la producción artística y cultural de estos países del Cono Sur puede movilizar estrategias antirracistas en la sociedad. Pero el racismo en este caso es entendido no tanto como un conjunto de creencias sobre la superioridad de una “raza” sobre otra, sino más bien como un sistema que distribuye poder, privilegio, bienestar y seguridad entre personas, distinguidas, clasificadas y estratificadas en términos de ideas sobre su naturaleza física y su comportamiento.

Wade, quien actualmente es profesor en la Universidad de Mánchester (Reino Unido), estudia desde hace décadas las relaciones étnicas y las ideas de raza en América Latina, región en la que ha vivido por varios años. Es autor de libros señeros en la materia como Raza y etnicidad en América Latina y Music, Race and Nation: Música Tropical in Colombia.

En esta entrevista Wade se refiere al rol del mestizaje en el racismo de la región, el vínculo entre la diferencia racializada y las desigualdades económicas, los estereotipos raciales que producen cánones estéticos opresivos y las luchas antirracistas contemporáneas.

Usted plantea que las formas de racismo en América Latina fueron moldeadas en gran medida por las ideologías y las prácticas del mestizaje. ¿Por qué se da este fenómeno en particular en esta región y no en otras?

En todas partes hay mestizaje, la gente se mezcla, pero únicamente en América Latina se ha convertido ese proceso biológico y social en una ideología de la nacionalidad. El lema de la diversidad, la unidad, es algo que se encuentra en todas partes, en los Estados Unidos también se utiliza eso. Pero la idea de que somos mestizos y de que la identidad nacional, de alguna manera, está cristalizada en la idea de la mezcla es muy particular de América Latina.

¿De qué manera el mestizaje modela el racismo en nuestra región?

Pues afecta el racismo porque, de alguna manera, lo disfraza. En los Estados Unidos y Europa, por ejemplo, el racismo está ahí, no se puede negar. En América Latina el primer paso es de visibilizar el racismo. Porque el hecho de que “todos somos mestizos” potencia la posibilidad de negar el racismo. ¿Cómo puede haber racismo aquí si todos somos mestizos? ¿Cómo puede haber racismo aquí si no hay segregación? ¿Cómo puede haber racismo aquí si todos nos mezclamos, si hay matrimonios y relaciones sexuales entre personas de diferentes categorías racializadas? El problema es que el mestizaje ayuda a la negación del racismo, lo disfraza, lo vela.

¿El multiculturalismo en la década del 90 y el antirracismo en los 2000 alteraron esta cuestión?

El multiculturalismo alteró de alguna manera esa idea de que todos somos mestizos, al reconocer la presencia y los derechos de las minorías indígenas y afrodescendientes. Detrás del mestizaje siempre había espacio para la imagen del negro y del indígena, porque sin eso no hay mezcla. Entonces, de alguna manera, dentro de la ideología de que todos somos mestizos siempre había lugares para lo no mestizado. Pero el multiculturalismo toma esa parte de lo que es el mestizaje y lo vuelve más oficial. Algunas personas han dicho que en la década del 90 hubo una ruptura completa con esta ideología del mestizaje, pero no me parece que hubo una ruptura tan brutal. De alguna manera el multiculturalismo seguía jugando con las mismas posibilidades que abre la ideología del mestizaje.

¿Es esa especie de cordialidad que propone la idea del “crisol de razas” que obtura la visión del conflicto?

Claro. El multiculturalismo marcó lo negro e indígena, pero no lo “blanco”. Eso se dejó sin mencionar. En el censo de 2005 de Colombia uno tenía que marcar “afrodescendiente” y otros términos que tenían que ver con lo negro o indígena, y si uno no entraba en esas categorías no necesitaba explicitarlo. Entonces quedó la idea de que lo “normal” es lo mestizo.

Ante estas ideas en torno al mestizaje que supone que todos somos producto de la mezcla, ¿cómo se puede establecer la lucha contra el racismo?

El primer paso es demostrar que sí existe el racismo. Eso se ha demostrado a través de dos vías principales, una es lo anecdótico, la experiencia vivida, el testimonio; y la otra vía es la estadística, que es lo que realmente hace impacto a nivel del Estado. Demostrar estadísticamente que sí existe la desigualdad social, y que esa desigualdad racializada no se explica únicamente en términos de clase. Por ejemplo en Brasil se ha hecho mucho este trabajo, porque ellos tienen un censo que desde hace años nombra el color. Era muy obvio que los favelados eran negros o morenos en su mayoría, y la clase alta era blanca. Eso era muy normal, pero la gente decía “eso no tiene nada que ver con racismo, es un accidente del pasado esclavista, eso ya no existe”, como que la relación estructural entre ambas cuestiones era accidental, como un anacronismo de la historia, que no tenía nada que ver con el racismo cotidiano y estructural que seguía teniendo impacto. Pero con las estadísticas se pudo comprobar que esas diferencias de clase que son racializadas no se explican únicamente por procesos de clase. Eso hizo un impacto y el Estado en Brasil reconoció a mediados de los 90 que sí existía el racismo, y por eso empezó un programa de acciones afirmativas.

En una coyuntura neoliberal el mestizaje parece dar lugar a lo que académicos de otras regiones llaman “posracialidad” o “racismo sin racistas”, ¿cómo funciona este “racismo sin razas”?

Bueno eso se remonta hasta los años cincuenta, después de la Segunda Guerra Mundial. Luego del nazismo y su eugenesia se volvió un poco tóxico hablar de cuestiones de raza como biología. Entonces, se cambió el lenguaje hacia la cultura y la gente dejaba de hablar de raza, pero estaban refiriéndose a las mismas categorías, la misma gente: los negros, los asiáticos, los migrantes. En ese momento empieza la idea del racismo cultural, no se habla de biología sino de cultura. Pero el cambio de lenguaje no desmantela los procesos y las estructuras del racismo, la desigualdad.

Los estereotipos raciales tienen como correlato estigmas que estructuran valores estéticos, por ejemplo en relación a qué podría ser un cuerpo deseable, ¿cómo repercute eso en las personas racializadas?

Hemos trabajado con algunas organizaciones de mujeres negras que enfocaban la cuestión del cabello, que para ellas era un punto clave, que habían sufrido en sus familias. Ellas como jóvenes negras sufrían con esa cuestión del cabello que era “malo”, “duro”, que era problemático, que había que alisarlo. La tarea de alisarlo dominaba su tiempo libre, porque es una práctica que demanda mucho tiempo, que duele. Entonces, tratar de combatir el racismo a través del cabello parece una cosa como tonta, superficial, pero no lo es, porque apunta hacia la jerarquía estética que es una parte fundamental de esas jerarquías racializadas en general.

Con respecto a las formas de luchar contra el racismo actual, usted dice que no hay que hacer concesiones ni relativizar el racismo como una forma más de discriminación, junto con el machismo, la discriminación por edad o en contra de las personas con discapacidad o el heterosexismo, por ejemplo. ¿Qué implicancias tiene esta generalización?

Lo que sucede es que muchas veces el Estado reacciona a cuestiones de racismo introduciendo legislación contra la discriminación. Entonces, dentro de eso, se pone todo. Eso es mejor que nada, obviamente, pero de alguna pierde la especificidad de lo que es el racismo. Hay que combatir el racismo como una cosa específica que tiene ciertas características. Por eso es necesario diseñar políticas públicas y acciones que son específicas a ese problema de desigualdad racial.

¿Cómo se desestabilizan los regímenes de mestizaje?

Creo que con acciones de diferente tipo, como la revaloración de lo negro en términos estéticos, eso es importante, la movilización de diferentes cuerpos racializados en espacios institucionales. Lo que está haciendo el colectivo Identidad Marrón, por ejemplo, es decolonizar los espacios de los museos, que tradicionalmente han sido espacios blancos. Es necesario que la gente se organice para atacar este problema desde muy diferentes lados. Y lo más importante es ir más allá de la representación, meter en las instituciones los cuerpos que antes eran racializados negativamente, en los corredores del poder. Es decir, no solamente estar ahí en el museo, sino ser el director del museo.

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Nota actualizada el 4 de junio de 2022

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