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Educación y pandemia: Cada familia es un mundo, cada escuela es una crisis 

Decretos presidenciales, medidas cautelares, presentaciones en la Corte Suprema, opinólogos, chicanas: en el debate hipermediatizado sobre la presencialidad en las escuelas hay de todo, menos las voces de sus protagonistas. Investigadorxs de la UNSAM y directivos escolares de San Martín analizan qué sucede en los barrios del conurbano bonaerense.

Por Solana Camaño y Gaspar Grieco. Ilu: Sebastián Pérez

Las comunidades educativas son protagonistas de reconfiguraciones constantes por la pandemia. Criterios pedagógicos se tensionan con medidas tomadas por motivos sanitarios: el deseo de que niñxs y adolescentes estudien en sus pupitres de clase en lugar de usar Zoom o WhatsApp convive con la necesidad de disminuir la circulación en el transporte y  las escuelas. En los barrios populares de San Martín, las dificultades en el acceso a la conectividad y el recrudecimiento en las condiciones socioeconómicas de vida coexisten con la organización entre familias, estudiantes, docentes y directivxs para afrontar la crisis. La gran pregunta: ¿Cómo hace una familia con cuatro hijxs en edad escolar que cuenta con solo un celular para conectarse y “educarse” en virtualidad?

Esta situación de inestabilidad no tiene precedentes en la historia del sistema escolar. Silvia Grinberg, especialista en educación y directora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas de la Escuela de Humanidades (EH), explica que, usualmente, en medio de la incertidumbre, “la escuela era un sinónimo de lo seguro”, un lugar que organizaba las rutinas de niñxs, adolescentes y sus familias. 

¿Qué sucede cuando ese organizador deja de estructurar la vida cotidiana? Para lxs trabajadorxs de la educación, un desequilibrio constante en sus esquemas de trabajo. “Prefiero que me digan o abrimos todo 2021 o cerramos todo, porque así es mucho más fácil organizarnos. Navegar en esta incertidumbre es una locura”, dice Marcelo Gasparini, vicedirector de la Escuela Media 10 “Martín Fierro” de la localidad de Loma Hermosa, partido de San Martín.

Docentes de San Martín

Quienes ocupan puestos directivos en las escuelas suelen tener poco lugar en los discursos mediáticos y en la gestión provincial en torno al debate acerca de presencialidad o virtualidad. Y, sin embargo, son quienes operan de nexo entre las directrices gubernamentales, lxs docentes y las familias. “Más allá de las voluntades y las ganas de los docentes que buscan miles de estrategias, nos vemos tremendamente frustrados. Este segundo año la falta de comunicación es mucho peor que la del año pasado”, cuenta Gasparini.

Para las familias la odisea también es diaria: la vuelta a la virtualidad en la provincia de Buenos Aires implica la reorganización en las tareas laborales y de cuidado de lxs adultxs, pilas de tareas amontonadas, niñxs y adolescentes que pasan muchas horas solxs. “Las familias le piden a la escuela la seguridad que no tienen respecto de sus hijos, las respuestas a todos los problemas. Y la escuela se quedó en medio de un ring, teniéndose que hacer cargo de múltiples demandas, como ‘Mi hijo pega, ¿qué hago?’”, reflexiona Grinberg.

Territorio heterogéneo, múltiples estrategias

El partido de General San Martín cuenta con 224 establecimientos educativos para los niveles de formación inicial, primario, secundario y terciario. Según el informe “Análisis Integral Territorial” elaborado en octubre de 2019 por el Centro de Estudios Económicos Urbanos de la Escuela de Economía y Negocios de la UNSAM, el 66% de las instituciones pertenecen al sector público y el 34% restante al sector privado. En relación a la distribución territorial de la oferta, cerca del 70% de los establecimientos se concentran en tres localidades: Villa Ballester, San Martín y José León Suárez; las cuales representan el 17% de la superficie territorial del partido. 

Irene León es directora de la Escuela Primaria 28 “Juana Manso” del barrio Lanzone, José León Suárez. En relación a la vuelta a la virtualidad en la provincia, opina que “la vida está por sobre todas las cosas, que se va a aprender de todas formas y que no hay una generación perdida”. 

Sin embargo, la directora cuenta que trabaja con una comunidad que tiene casi todos sus derechos vulnerados: “Los vecinos sufrieron históricamente la muerte de padres, hermanos o abuelos y no por el coronavirus, sino por gatillo fácil, la droga, por no tener acceso a un sistema de salud robusto. Hubo generaciones enteras acostumbradas a vivir en la incertidumbre porque no tienen laburo. No es una novedad para ellos vivir amenazados por las carencias. Están acostumbrados a vivir cercados por la muerte”.

En 10 años de trabajo, Irene nunca había estado tan cerca de las familias como el año pasado. “En el reparto de la mercadería pudimos conocernos más. Lo negativo es que no hubo un avance pedagógico en los procesos de aprendizaje. Hay una cuestión central que tiene la escuela que es la enseñanza y no se pudo avanzar en eso en este marco de pandemia. Pudimos sostener los vínculos y la comunicación”, dice.

Andrea Biscione, vicedirectora de la Escuela Secundaria Técnica de la UNSAM, reconoce lo mismo: “La entrega de alimentos es el momento en que uno se encuentra con el otro y tiene la posibilidad de este sentir y ver qué está pasando”. Si bien adhiere a la falta de presencialidad desde un punto de vista sanitario, sostiene que, en términos pedagógicos, la virtualidad tiene un techo. Incluso, si una familia no se presenta para buscar el cuadernillo didáctico, se lo alcanzan. “No está permitido que vaya a las casas a llevar material, pero es lo único que podemos hacer por los pibes y por eso es el enojo que tenemos con el Estado. Entendemos que tiene que legislar para la general, pero que en lo particular nos tienen que dar algunas libertades. Cada región y municipio tendría que poder acordar una forma de seguir vinculándose con sus estudiantes”, opina.

Para Stella Maris Mas Rocha, especialista en educación y secretaria académica de la Escuela de Arte y Patrimonio, “los grandes ausentes en las tomas de decisiones han sido los directivos y los docentes”. La investigadora considera que nadie conoce mejor las necesidades puntuales de cada escuela que sus directivos, docentes y estudiantes. “Ellos están en condiciones de definir priorizaciones donde quizás no todo puede ser virtual y se puedan hacer encuentros semanales con todos los cuidados que requiera. Otros actores tuvieron el protagonismo que deberían haber tenido ellos: las decisiones ministeriales, la cuestión mediática y los sindicatos, que tuvieron reclamos coherentes como vacunas y paritarias para la general, pero no pensaron en estrategias locales”, critica.

León, de la Primaria 28, destaca la gestión local: “Sentí mucho más cerca al municipio, al menos en los intentos de acompañar la continuidad pedagógica en las escuelas”. Gasparini, vicedirector de la escuela 10, coincide en la crítica al Estado Nacional. “Los que estamos en el territorio sabemos cuáles son las necesidades, y no son las soluciones que nos están dando. También entendemos que hay que quedarse en casa y cuidarse, porque siempre lo primero es la vida y la salud”, dice y confiesa: “A veces tengo un sentimiento encontrado porque necesito que los pibes y pibas estén dentro de la escuela porque no tenemos manera ni herramientas para que haya diálogo de otra forma”.

En esa línea, Mas Rocha lamenta la discontinuidad de los programas nacionales Conectar Igualdad y Argentina Conectada. “Todos los problemas estructurales se agravan con la brecha digital, porque hace unos años se suspendió el programa de entrega de notebooks, que funcionó como un paliativo importante para acceder a una computadora. Hubiera sido diferente la situación si no se cortaban esas dos políticas públicas. Además, no todas las escuelas tienen una infraestructura para garantizar una buena conectividad”, manifiesta.

Entrega de alimentos

Las familias hacen las escuelas

Para Silvia Grinberg, la participación de las familias en las decisiones escolares no es una novedad, solo que no tenían protagonismo en la agenda pública como en la actualidad a raíz de iniciativas como el colectivo nacional “Padres organizados” o “Familias por un Retorno Seguro a las Escuelas”. La directora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH) subraya que la mayoría de las escuelas del Área Reconquista gestadas en los ‘90 fueron resultado de los reclamos de los barrios ante la falta de matrícula. El problema persiste hasta el día de hoy en todo el municipio: el 59% de la población total de entre 6 y 14 años (56.173 chicxs) no puede ser cubierta por la oferta actual de matrículas para educación primaria. En cuanto a la educación secundaria, el déficit de matrículas afecta al 22 % de lxs adolescentes de 15 a 19 años.

“Las escuelas que están construidas dentro de los barrios son resultados de esas luchas. Los vecinos se manifestaban junto a los docentes, levantaban las piedras y paredes. En general, la prensa tiende a hablar de cómo los sectores medios pelean con la educación pública, y no de estas otras historias de los barrios que son muy importantes en la constitución del sistema educativo del siglo XX”, analiza Grinberg. 

Las desigualdades sociales son preexistentes a la pandemia. La investigadora en educación da el ejemplo de las cooperadoras escolares como espacios donde se evidencian: “Hay cooperadoras de escuelas públicas de barrios profesionales de la Ciudad de Buenos Aires que gestionaron donaciones de compus para las escuelas, y otras que consiguieron la comida para repartir en el barrio. No es que las últimas no funcionan, es que empiezan la carrera 20 pasos atrás”.

Recorrida por los barrios

Grinberg considera que los sectores medios y profesionales que piden la presencialidad en los “chats de mamis y papis” no constituyen un actor político con proyección a largo plazo. En ese mismo sentido, Gasparini opina que “en CABA lo que se ve es una manifestación claramente política y mediática, donde no son padres que se organizan en beneficios de la escuela, porque es imposible que hayan logrado tal articulación en tan corto tiempo”.

En esa línea, Biscione señala que “muchas familias quieren la presencialidad, pero no desde el mandato de la tragedia que se ve en los medios, sino de lo que se pierde por la riqueza de hacer escuela”, y enfatiza: “La escuela como potencia, como centro, como el lugar donde tienen que estar los pibes”.

Lxs dos directorxs subrayan el amor que la comunidad le tiene a la escuela. “Hay tanto cariño entre los vecinos y vecinas del Área Reconquista por las personas que la habitamos que siempre se ofrecen a darnos una mano, a ayudar, a arreglar o limpiar. Y también son solidarias con las familias que no tienen o tienen menos, hasta se dividen la comida entre ellos de forma equitativa”, cuenta Biscione. 

Gasparini, por su parte, observa un vínculo similar: “En Loma Hermosa vemos ese respeto antiguo que había en la escuela como institución. Nos hemos quedado sin comida y les hemos explicado que no nos alcanzó lo que nos mandaron y han entendido la situación y creído en nosotros”.

Si hay una certeza acerca del lugar de la escuela a un año de pandemia, es su valor e importancia. “La sufrimos tanto que quedó en evidencia su centralidad en la vida social”, afirma Grinberg. Andrea e Irene adhieren a que nunca volverá a ser la misma, y que eso es una oportunidad para construir, por fin, “un sistema educativo nuevo”.

Nota actualizada el 17 de mayo de 2021

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