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“Hoy hay una reivindicación de ser mujer”

En el marco del Día de la mujer, Vanesa Vazquez Laba, autora de “Feminismos, género y transgénero”, conversó sobre el rol de la mujer y los feminismos en la actualidad.

Por Nathalie Jarast

La investigadora del CONICET y responsable de la Dirección de Género y Diversidad Sexual de la Universidad de San Martín, Vanesa Vazquez Laba, dialogó sobre las particularidades que comprende este 8 de marzo, tras la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).

¿Cuál fue el papel de la marea verde? ¿Por qué luchan las mujeres en la actualidad? ¿Cuál es el lugar del feminismo hoy? Además, reflexionó sobre los efectos de la pandemia en la exacerbación de las diferencias en las tareas de cuidados, que ejercen mayoritariamente las mujeres. Así como, las situaciones de violencia de género que se recrudecieron en este contexto.

¿Qué particularidades presenta este 8 de marzo?

Por un lado, la continuidad de seguir movilizándonos por todo lo que falta: igualdad de género en los espacios de poder y la política, trabajar más fuertemente contra la violencia, los femicidios y crímenes de odio, un mundo laboral menos segregado por razones de género, y la lista sigue… Pero, por otro lado, tuvimos importantes avances en materia de políticas públicas y legislación. La aprobación de la IVE en 2020 es una gran logro colectivo que ahora hay que garantizar que se cumpla. Debemos enfocarnos en poder garantizar derechos en materia de salud sexual, reproductiva, no reproductiva y contra las violencias.

En tu libro hablás de una “marea de mujeres jóvenes, trabajadoras e identidades sexuales disidentes que se movilizan e interpelan al Estado”, ¿cuál fue su rol en la aprobación de la IVE?

El rol de esta marea es y será siempre fundamental a la hora de demandar, controlar y participar en los lineamientos de las políticas públicas relacionadas con la agenda feminista. En relación a la IVE es fundamental poder garantizar este derecho en todas las personas con capacidad de gestar. Una manera de hacerlo es, por ejemplo, descentralizar la información, acompañar a las personas que no desean continuar con un embarazo. Ahí las universidades, las organizaciones sociales, feministas tienen un rol importantísimo.

En el libro también decís que la revolución feminista se debe dar, además de en las calles, en las universidades. ¿Cómo se refleja esto en la UNSAM?

En la UNSAM, en 2013 comenzamos a delinear una política institucional, que no existía en el sistema universitario, de intervención de las situaciones de discriminación y violencia de género. En 2014 se lanzó el Programa contra la violencia de género, pionero en atender casos dentro de las instituciones universitarias, que fue creciendo y realizando diferentes actividades: investigar, capacitar, formar para construir un clima universitario más igualitario. De todos modos, falta mucho por hacer y de vez en cuando se sienten los retrocesos dentro de las instituciones. Y esto tiene que ver con la política, porque las feministas hacemos política en las universidades y, a veces, nos engañan, o no nos salen bien las cosas, o nos usan… En mi libro aparecen de forma cronológica las discusiones teóricas de las autoras y esa necesidad de comprender cuál es la raíz de la opresión, porque se dan cuenta de los estancamientos, retrocesos, y le dan vuelta a la cuestión teórica y política. Por eso, hay feminismos de la primera ola más vinculados a la cuestión de la igualdad en derechos; de la segunda ola más vinculados a la liberación sexual, la vida doméstica; y de la tercera ola más vinculados a las identidades y la diversidad.

Hacia el final, afirmás que la identidad “mujeres” no remite a un colectivo homogéneo, ¿a qué refiere hoy “mujeres”?

Las teóricas de la segunda ola desarmaron el concepto de “mujer” aludiendo que no representaba la variedad de las mujeres y sus diferentes identidades y posiciones subalternas. Luego, las de la tercera ola fueron más allá y discutieron la identidad “mujeres” considerando que la sexualidad no heterosexual produce otras identidades como las lesbianas, que no se consideran mujeres, y las feminidades trans, que rompen con el sistema binario basado en los cuerpos y la biología varón-mujer. Después de toda esta teorización, igualmente hoy nos encontramos con identidades que reivindican ser “mujer” y existe una agenda política en torno a esa categoría. Por ejemplo, la violencia contra las mujeres, los femicidios, aborto, etc. Entonces, la identidad “mujeres” se reconfigura con las características propias de esta época: mujeres jóvenes (de la marea verde), que seguramente tienen prácticas sexuales diversas, hábitos que interpelan la posición subalterna de la mujer tradicional; hay indicios de cierta particularidad generacional rebelde. Sin embargo, lo que veo es que esa cuestión no trasciende las individualidades. A pesar de ser un movimiento masivo, no llega a ser político, a construir un “nosotras” que transforme las relaciones sociales interpersonales. El movimiento ahora está muy fragmentado en las agendas y necesidades propias de cada grupo subalternizado.

Durante 2020, la pandemia trastocó la vida de todas las personas, ¿qué sucedió, en particular, con las mujeres?

La pandemia puso en evidencia algo que ya existía y que seguramente se exacerbó, porque la pandemia exacerbó muchas cosas. Las mujeres ganan menos que los varones, son las responsables del trabajo de cuidado y doméstico, acceden al mercado laboral segmentado, tienen los trabajos más precarizados, acceden al sistema universitario y egresan pero no ocupan los cargos más altos ni los espacios de poder ni decisión, y la lista sigue. Esta es una fotografía y retrospectiva estructural  de las desigualdades entre varones y mujeres en las sociedades occidentales. Por supuesto que al mirar más en detalle se verán grises, variaciones a estas aseveraciones, pero los estudios siguen mostrando estos datos. Entonces, la pandemia lo que hizo fue exacerbar todas estas desigualdades y, por lo tanto, empobrecer y precarizar aún más de manera estructural a la población femenina. Tuvieron que asumir los cuidados familiares, los trabajos remotos y no hubo manera de salir de las casas. Yo no sé en términos estadísticos si aumentó la violencia contra las mujeres, pero con toda esta caracterización una puede inferir que estuvieron en situaciones de mayor vulnerabilidad, porque todos estábamos encerrados en casa y con escasos recursos para sortear la situación hasta que esto apareció como un problema grave a resolver en el DISPO y se empezaron a tomar medidas urgentes desde el Estado.

 

Nota actualizada el 7 de marzo de 2021

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