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Coronacrisis: La enfermedad de la economía global

El distanciamiento físico por la pandemia de Covid-19 está provocando un estancamiento económico sin precedentes en todo el mundo. Tres científicxs de la UNSAM explican las causas y consecuencias de la crisis económica más grande desde la Segunda Guerra Mundial.

Por Gaspar Grieco. Ilustración: Sebastián Angresano (Anfibia)

La pandemia por Covid-19 está torciendo los cimientos de la economía capitalista en todo el mundo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima una caída del 3% del Producto Bruto Interno (PBI) global y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte que 28,7 millones de personas podrían caer en la pobreza en la región, alcanzando un total de 214 millones de personas.

“No hay registros de caídas similares tan abruptas. El único ejemplo que se podría buscar es durante la Segunda Guerra Mundial. Pero aún así, estos valores de desempleo y las caídas en la actividad, nunca se registraron antes”, dice Pablo Bortz, economista especialista en finanzas e investigador del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM.

La economía global está paralizada. Estados Unidos sumó 40 millones de nuevos desempleados según el Informe del Departamento de Trabajo norteamericano. Se perdieron de 15 a 20 millones de puestos de trabajo en Europa y otros 42 millones redujeron su jornada laboral, según cálculos de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) publicados en El Cronista Comercial. 

¿Cómo impacta esta crisis en Argentina y América Latina? “La expansión del coronavirus en China y el consecuente cierre de fábricas impactaron fuertemente en todos los mercados, especialmente por la alta dependencia del encadenamiento productivo con ese país”, afirma el documento Coronacrisis y libre comercio publicado en la red CLACSO por Luciana Ghiotto, investigadora de la Escuela de Política y Gobierno (EPyG) de la UNSAM. Es que muchas de nuestras economías tienen al gigante asiático como principal importador de materias primas de recursos mineros y alimenticios.

La caída de la actividad económica china, y por lo tanto el descenso de la demanda de importaciones industriales, impacta directamente en los precios de las comodities latinoamericanas que se exportan a ese país. El Banco Mundial estima una caída de los precios del gas natural y el carbón en un 40%; un descenso abrupto en los precios de metales como cobre y zinc —China importa la mitad de la demanda mundial de metales industriales—; y un descenso relativamente estable de los precios agrícolas globales.

Esta realidad generó turbulencias en el sector financiero. “Entre febrero y abril hubo una salida de capitales global sin precedentes. Entre 90 y 100 mil millones de dólares se retiraron del mercado de los países emergentes. Luego se estabilizó un poco porque la Reserva Federal de los Estados Unidos —banco central norteamericano—empezó a dar algunas líneas de crédito en dólares a ciertos países como Brasil, Corea del Sur y México y el FMI asistió muy suavemente a países latinoamericanos y del África subsahariana. Pero es un equilibrio precario”, explicó Bortz.

Pablo Bortz

Cautivos de un sistema

Luciana Ghiotto aclara que la crisis global actual por Covid-19 desnuda una crisis del capitalismo que se viene gestando desde hace años: “El capitalismo está viviendo, en la última década y media, un proceso muy fuerte de sobreproducción y escasez de demanda global. Gran parte de las grandes industrias tienen sobrecapacidad productiva sin la demanda generada para toda esa cantidad de productos. Hoy, estamos en un contexto de freno de las cadenas de valor vinculadas a la pandemia”.

Al mismo tiempo, la investigadora señala que hoy estamos viviendo “el coletazo” de la llamada crisis financiera global de 2008 —periodo en el que las exportaciones globales se ralentizaron en 3,4%, y en 2009 disminuyeron un 11,3%— agravada por el incremento del capital ocioso de las empresas. “Esta crisis está implicando una inyección de dinero de las arcas públicas hacia el sector privado nunca antes vista en la historia. Esa es la conexión entre el 2008 y la crisis actual. La crisis del 2008 no se ha cerrado y va a seguir manifestándose en distintos modos en los próximos años si no se encuentra una manera desde el capitalismo para hacerle frente sin depender de la intervención del Estado”, advierte.

Por ejemplo, en Estados Unidos la Reserva Federal intervino para sostener a las grandes, medianas y pequeñas empresas norteamericanas ante el avance de la crisis y logró evitar un aumento aún mayor de la tasa de desempleo —los valores aumentaron de 4,4% a 14,7% de marzo a abril, según la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de Estados Unidos—. Pero si bien las grandes empresas hoy exigen el salvavidas del Estado, rechazan su intervención para regular las fronteras comerciales. “Las grandes empresas rechazan que se generen políticas públicas vinculadas al comercio que permitan elevar aranceles en algunos productos importados para proteger sectores al interior del territorio nacional que produzcan lo mismo. Se sigue rigiendo el comercio en el marco de los parámetros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los aranceles lo más cercano a 0”, critica Ghiotto.

Si bien las cadenas de valor están paralizadas y el comercio casi detenido, algunos países latinoamericanos continúan negociando Tratados de Libre Comercio (TLC) con países centrales. “Sigue primando la lógica de que el libre comercio te va a salvar”, dice Ghiotto y argumenta que esta crisis golpea con mayor violencia a los países que basan su desarrollo económico en la exportación de materias primas: “Los TLC profundizaron el modelo primario extractivo en las economías latinoamericanas. El problema de producir para exportar es que vos dependés de tu comprador y no de tu mercado interno. Colombia y Ecuador producen brócoli para exportar a Europa; en Chile se produce palta que se consume en el mercado asiático; en Argentina pasa lo mismo con la soja. ¿Qué pasa si en este contexto de crisis los países centrales dejan de comprar?”

Luciana Ghiotto

Cuando pase el temblor

La Organización para la Protección y el Desarrollo Económico (OCDE), la CEPAL y el FMI coinciden en estimar un comienzo de la recuperación económica a mediados de 2021, con una posible recuperación de las cadenas globales de valor. Muchos especialistas señalan que la crisis actual invita a repensar los actuales modelos de producción.

Anabel Marín, directora del Centro de Investigaciones para la Transformación de la Escuela de Economía y Negocios (EEyN) de la UNSAM, señala que los cuestionamiento ambientales, productivos, económicos y sociales que desnuda esta crisis, pueden ser aprovechados: “Esas sensaciones pueden ser utilizadas para replantear y rediscutir los modelos de producción que están detrás del aparato que produce lo que hoy consumimos. Los gobiernos tienen que salir a ayudar a las empresas. Entonces, están en una situación de poder negociar mejor, por ejemplo, para exigir a las empresas que empiecen a utilizar tecnologías más limpias. También las empresas están desestabilizadas y muchos sectores están repensando como reiniciar sus actividades”.

Marín señala que es importante reconocer que el Estado argentino no tienen las capacidades suficientes para hacerle frente a la crisis, dado que sufrió innumerables vaciamientos a lo largo de su historia y un endeudamiento vertiginoso en los últimos años. Por lo que propone estrechar lazos con las diversas organizaciones de la sociedad civil. “Creo que sería muy inteligente formar un gobierno que tenga mucho más vínculo con la sociedad civil organizada. Que brinde apoyo a las organizaciones que ya están empoderadas, como La Garganta Poderosa, Bioleft o la Mesa Reconquista. El Estado tiene que direccionar las iniciativas, pero apoyado en las instituciones de la sociedad civil, que cumplen un rol activo en las comunidades”, manifiesta.

En sintonía, Ghiotto propone “salidas no capitalistas” de la crisis: “Las alternativas existentes tienen que ver con que no se dependa de los mercados externos sino que se produzca y se consuma de una manera saludable, con practicas sustentables y que el productor sea quien decida cómo trabajar. Eso significa que podemos generar círculos de producción y consumo mucho más saludables”.

Con una visión más escéptica, Pablo Bortz señala que en el campo de las finanzas ya se está viendo “una mayor concentración y poder de ciertos fondos” y concluye: “Para repensar la economía es una grandísima oportunidad, pero no veo que se vaya a aprovechar”.

Anabel Marín

Nota actualizada el 9 de junio de 2020

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