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Fernando Goldbaum, Premio Jorge Sabato 2018

El director del Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas de la UNSAM y socio fundador de la empresa biotecnológica INMUNOVA obtuvo la distinción que otorga la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. “Si no exportamos productos con valor agregado, nunca vamos a ser sustentables como país”, opina.

Por Gaspar Grieco. Fotos: Leandro Martínez y Pablo Carrera Oser

“Este premio es un incentivo al trabajo que vengo realizando desde hace años, pero sobre todo lo veo como un reconocimiento a los equipos de trabajo que fui formando”, dice Fernando Goldbaum, bioquímico y exdirector de la Fundación Instituto Leloir y de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de la Nación.

Con una extensa trayectoria en la investigación científica y la gestión, Goldbaum llegó a la UNSAM en 2016 para continuar con la transferencia tecnológica de la empresa INMUNOVA, que fundó en el Instituto Leloir junto con sus colegas Linus Spatz y Dan Kaplan. Al mismo tiempo, creó el Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas (CRIP) en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM junto con el bioquímico Claudio Vilariño.

En esta entrevista habla sobre la necesidad de articular la ciencia y la tecnología con el desarrollo productivo para generar soluciones basadas en las necesidades de la sociedad.

El CRIP se planteó desde el principio como una interfaz entre el sector público y el privado, ¿qué proyectos se generaron o se están generando en la actualidad?

El CRIP nació con un concepto de innovación abierta. Eso significa alinear potencialidades, proyectos, capacidades y servicios que puede dar el sistema público con las necesidades de las empresas. Nuestro primer proyecto tuvo que ver con el desarrollo de medios de cultivo para la empresa Mabxience. Como producto de esa interacción creamos en la UNSAM la materia optativa de grado y posgrado Gestión Integral de Procesos para la Producción de Biofármacos, en la que invitamos a especialistas con mucha experiencia en la industria biotecnológica para que entren en contacto con estudiantes y graduados de la Universidad. Desde el CRIP queremos generar proyectos que nos permitan trabajar con las necesidades de la industria biotecnológica y generar nuevos productos.

Equipo INMUNOVA, empresa incubada en la Fundación Argentina de Nanotecnología

¿Cómo fue tu trayectoria como investigador?

Me recibí de bioquímico en la UBA, hice el doctorado en la UBA y el posdoctorado en el Center for Advanced Research in Biotechnology (Estados Unidos). Siempre quise desarrollar cosas prácticas vinculadas con los problemas del país, cosas que tuvieran algún tipo de aplicación industrial. Buscando antígenos para diagnosticar la brucelosis encontramos una proteína muy inmunogénica —con alta capacidad de producir anticuerpos—, la cual aprendimos a caracterizar, y nos dimos cuenta que podía servir como plataforma para convertir otros antígenos débiles en fuertes. Esa plataforma fue la base para generar una tecnología que permitió el desarrollo de INMUNOVA.

¿Por qué decidiste dedicarte a la gestión desde la Agencia de Promoción de la Ciencia y la Tecnología?

Tuve una experiencia interesante en la articulación público-privada con la gestión de INMUNOVA. Me entusiasmó la idea de intentar replicar o ayudar a replicar esa experiencia generando mecanismos que permitieran a muchos otros investigadores hacer sus emprendimientos. Me atrajo el empuje que tenía el Ministerio de Ciencia y Tecnología cuando me sumé a la gestión, que en ese momento prestaba muchos instrumentos para incentivar esas interacciones público-privadas. Tengo una inclinación natural hacia la política y la gestión.

¿Cuáles fueron los principales lineamientos de la Agencia cuando estuviste al frente?

Estuve por un período de dos años y la institución ya estaba con muchas líneas lanzadas. Traté de darle un enfoque basado en la demanda. Los investigadores tendemos a pensar que lo que nosotros hacemos es importante más allá de si existe una demanda real o no. Mi experiencia previa me demostró que eso no es así, que hay que alinear las capacidades con la demanda. Quise darle a la Agencia mayor cercanía con la realidad concreta, que tiene a los actores de los sectores sociales e industriales.

¿El sistema científico-tecnológico escucha las demandas sociales?

La ciencia argentina nació bastante apartada de las demandas sociales. Yo veo esa relación aún incipiente en forma general. No es que el sistema no escuche las necesidades de la sociedad, es que no hubo históricamente en la Argentina una demanda de la política para nutrirse del conocimiento. El sistema científico-tecnológico se especializó en responder a patrones internacionales de excelencia, pero sin tener en cuenta las demandas de la sociedad. No es un tema de falta de sensibilidad, es un tema de falta de incentivos y mecanismos.

¿Cuál es tu visión con respecto al emprendedurismo?

Tengo experiencia como emprendedor en la fundación de INMUNOVA. Primero se formó un equipo que trabajó en prototipos y después pudimos atraer inversores privados. Fue una época en la que había una buena llegada a fondos públicos y un fuerte apoyo del Estado. Es un camino difícil y no es reproducible en todos los casos, pero vale la pena intentar sabiendo que hay que formar equipos y tener mucho apoyo del Estado.

Mariana Mazzucato plantea en su libro El Estado emprendedor que incluso empresas grandes que nacieron pequeñas tuvieron al principio un apoyo muy grande del Estado. Un emprendimiento sin apoyo del Estado es prácticamente inviable.

Por otro lado, desde el CRIP planteamos otra aproximación a la interacción público-privada a través de institutos o centros de ciencia y tecnología con empresas formadas, con los cuales generamos planes conjuntos a través del proceso de innovación abierta. Siempre es ineludible el rol del Estado y su incentivo a la formación de recursos humanos y la interacción con la industria para aumentar la productividad de la economía.

Junto a María Laura Cerutti y Claudio Vilariño

¿Cómo deberían vincularse la ciencia y la tecnología con el desarrollo de la industria nacional?

Lo más importante es la innovación. Innovar significa hacer llegar soluciones concretas a la gente y al sistema productivo. Aprender a innovar es un proceso duro, que requiere de la imaginación colectiva de diferentes actores, algo muy distinto a lo que pasa en el sistema de investigación clásico. La innovación sucede cuando la imaginación es mucho más amplia, y no solo toma en cuenta la capacidad de cada laboratorio, sino también las necesidades de la sociedad.

Esa es una falencia muy importante que hoy tiene nuestro sistema en la Argentina. Entre las empresas y el sistema científico-tecnológico a veces se da un diálogo en el que no hay un entendimiento real. Se requiere entonces de interlocutores que los acerquen y que permitan generar estos procesos de innovación.

¿Cómo se ve afectado ese diálogo en esta coyuntura de ajuste y desfinanciamiento de los sectores científico-tecnológico e industrial?

El ajuste se siente de ambos lados. Del área de ciencia y tecnología por la disminución de los subsidios, la obsolescencia de los equipamientos y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los investigadores, técnicos y becarios. Desde la industria, obviamente, con una menor capacidad de inversión debido a los problemas económicos que ya todos conocemos.

Ante un eventual cambio de rumbo, yo creo que habría que apuntar a solucionar ambas cosas en forma paulatina. No creo que vaya a haber un vuelco rápido porque estos procesos son lentos, pero esperamos que vuelva a haber inversión en el área de ciencia y tecnología, que bajen los costos financieros para que las empresas puedan pensar de vuelta en mejorar sus procesos productivos y que se creen mecanismos para que ese proceso fluya.

Muchos economistas plantean que para mejorar la situación y evitar la restricción externa de dólares es necesario crear pymes exportadoras, ¿cómo se puede generar esto desde empresas de base tecnológica?

Aplicando el conocimiento. INMUNOVA, por ejemplo, está probando un tratamiento para evitar el desarrollo del Síndrome Urémico Hemolítico en un ensayo clínico que va a durar dos o tres años. Si nos va bien, ese medicamento después se podría exportar a todo el mundo. Lo que empezaríamos a exportar es conocimiento generado en un producto de alto valor agregado. Hay muchísimas capacidades en productos y servicios que se pueden canalizar a través de pymes, pero tiene que haber políticas de Estado que lo incentiven y que mantengan estables a esas empresas en épocas de vaivenes económicos.

Hoy mismo se están exportando muchos servicios y se podrían incentivar muchos más. Creo que es un camino posible si generamos políticas de Estado a largo plazo. Si no ponemos valor agregado en exportación, desde pymes hasta grandes empresas argentinas, nunca vamos a ser sustentables como país.

Nota actualizada el 30 de septiembre de 2019

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