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Diario de un argentino en las tumbas de Egipto

Tutmosis III gobernó Egipto hace 3500 años. Como todo buen faraón tenía un escriba, que además se encargaba de contar los panes. Al morir ya tenía preparada su tumba, la misma que ahora estudia Lucas Gheco, investigador y docente de la UNSAM que viajó a Lúxor como parte de un proyecto arqueológico impulsado por universidades de Brasil y la Argentina. La iniciativa plantea una mirada decolonial sobre la arqueología egipcia.

Por Lucas Gheco 

Sábado 19 de enero de 2019, 7:15 AM

No esperaba conocer el Nilo con frío. Siempre asocié Egipto al calor y el desierto. Pero esta mañana el invierno se hizo sentir y el sol recién asoma al otro lado del río, entre las columnas del Templo de Lúxor.

Nos reunimos en el centro de la ciudad con todo el equipo de investigadores para viajar en combi hasta la tumba. Somos de Brasil, la Argentina y Egipto, y la mayoría recién nos conocemos. A la combi también sube una mujer con velo. Es la inspectora del Ministerio de Antigüedades de Egipto, que nos acompañará durante toda la misión.  

Salimos en medio de un tráfico caótico.

Poco después aparece lo que tanto queríamos ver: construcciones de piedra gigantes, fuera de escala. Para nosotrxs Egipto también es sinónimo de faraones. Y ahí están al costado del camino las rocas con figuras humanas, las columnas, las paredes, los templos… Todo muy grande. También hay policías armados con ametralladoras. Hace unos días hubo un atentado en las pirámides de Giza y nosotros sentimos la tensión. La gente local parece muy tranquila.

Avanzamos. Vemos algunas montañas, la sequedad domina el paisaje. Así llegamos al Valle de los Nobles, en cuyas laderas divisamos pequeños pozos o agujeros, uno al lado del otro. Nos explican que son los accesos a los cientos de tumbas excavadas durante miles de años. Pasamos otro punto de control con policías armados, hacemos unos metros más y llegamos.

La tumba que vamos a estudiar está ahí nomás. No hace falta hacer grandes caminatas como en los sitios arqueológicos de la Argentina; bajamos unos diez metros y listo.

9:30 AM

La apertura de una tumba no es cosa fácil, ya nos comentaron. No es que esté oculta o tapada con tierra: tiene una reja y un candado, pero el protocolo es largo. Nosotros aprovechamos para sacar fotos. Llegan varios hombres que se saludan y charlan. De pronto uno de ellos abre el candado. No entendemos bien qué pasa, pero discuten. Llega más gente que se acerca hasta la puerta de la tumba. Nos cuentan que, al parecer, en los últimos meses alguien entró al recinto, porque el sello lacrado del candado no coincide con el registro del año anterior, cuando la tumba se cerró al terminar la temporada de excavaciones.

Por fin nos dejan entrar, aunque las discusiones siguen afuera.

No estamos en la tumba de un rey, una reina o príncipe, pero el tamaño interior es similar al de una casa. Apenas ingresamos vemos un extenso corredor que termina en dos esculturas humanas. Sentadas y abrazadas, las figuras nos miran desde el fondo. La luz natural que entra por la puerta las ilumina perfecto. El resto está oscuro. Con algunas linternas ya podemos ver el relieve y los colores de los personajes pintados en las paredes. El techo está negro, como tiznado. La tumba tiene la forma de una T invertida. Al entrar, accedemos a una gran cámara rectangular desde la que se sale a un largo pasillo, el cual se extiende hasta la cámara de las estatuas. Desde allí se abren otras oquedades, aún no excavadas, que pueden llevar a otras cámaras, a otros pasillos e incluso a otras tumbas. Toda la montaña es una especie de queso gruyer excavado durante miles de años.

11:00 AM

De acuerdo con los jeroglíficos de las paredes, la tumba perteneció a Amenhemhat, un escriba, supervisor de graneros y contador de panes que ejerció durante el reinado de Tutmosis III. La tumba fue localizada por científicos a principios del siglo XX, pero comenzó a ser estudiada por la Misión Brasilera de Arqueología recién hace unos años. Todavía no se sabe dónde está el cuerpo de Amenemhat, quizás porque la tumba no fue excavada por completo. Pero también quizás sea el resultado de una larga historia de múltiples ocupaciones de ese espacio a lo largo de los últimos 3500 años.

Cuando pensamos en un sitio arqueológico, solemos imaginarlo como un relicto prístino del pasado en el presente. Sin embargo, rara vez esto es así. Existen algunas excepciones que inspiraron la imaginación de arqueólogos y no arqueólogos, asociadas al descubrimiento de cámaras selladas e inalteradas. La tumba de Tuthankamon, a solo unos kilómetros de la tumba de Amenemhat (conocida con las siglas TT123), es uno de esos raros casos. Pero la mayoría de los sitios arqueológicos fueron reutilizados, transformados, destruidos y reconstruidos a lo largo del tiempo. TT123 exhibe en cada rincón las huellas de esa historia cambiante, por lo que su investigación exhaustiva es uno de los objetivos principales del proyecto.

12:30 PM

De acuerdo con algunos indicios aportados por las paredes, la tumba no fue terminada antes de la muerte de Amenenhat, quien durante su vida —al igual que la mayoría de los egipcios de esa época— dirigió la construcción de su casa para la eternidad. Tras su muerte, los obreros dejaron algunas pinturas a medio acabar. Pero otros sectores de la tumba exhiben los indicios de una técnica de pintado diferente, que permite pensar en una reutilización posterior de la tumba.

Además de esos posibles episodios de ocupación del espacio durante el período faraónico, en las paredes también hay algunas escrituras y pinturas que parecen tener un origen copto. Es que muchas tumbas de la zona fueron habitadas por esos primeros cristianos, perseguidos por los romanos durante los primeros siglos d. C. Es probable que gran parte del hollín que se observa en el techo tenga el mismo origen.

03:00 PM

Pero aún hay más. Desde hace siglos que toda la zona de la necrópolis tebana está habitada por familias que usan las tumbas como partes de sus casas. Conocidos como Qurnawis, estos habitantes ya aparecen en las primeras descripciones del área realizadas por las comitivas de Napoleón. En 2006, gran parte de la comunidad fue forzada a retirarse por el gobierno egipcio. Ese uso de las tumbas dejó sus marcas en TT123. Hollín de fogones, algunos grafitis y hasta estiércol de burro pegado en las paredes (utilizado como combustible una vez seco) revelan las huellas de esa ocupación qurnawi.

La historia de TT123 tampoco termina ahí. También hay muchas marcas en los techos y paredes de la tumba que pueden ser interpretadas como un intento de limpieza, quizás por parte de algún equipo de restauradores modernos. Sin embargo, de este episodio no hay registros en el Ministerio de Antigüedades, por lo que permanece como otro enigma a investigar.

08:30 PM

Las paredes y los techos de toda la tumba, excepto los de la cámara de las estatuas, tienen motivos pintados y/o grabados. La mayoría fueron hechos mediante la técnica de relieve positivo y después pintados con colores rojos, blancos, negros, verdes, azules y amarillos.

Muchas de las escenas representan las ofrendas que el difunto hace a los distintos dioses para asegurarse la vida después de la muerte. Incluso una de las paredes está repleta de jeroglíficos que son parte del mítico Libro de los muertos, un compendio de fórmulas para asegurarse al paso al más allá. En algunos otros sectores también hay escenas de la vida del difunto; en este caso, las de un escriba real.

10:00 PM

Para el estudio de la materialidad de TT123 planteamos los mismos métodos y técnicas que usamos en las cuevas de Oyola, en Catamarca. Esta metodología incluye varias líneas de evidencias que nos permiten obtener datos sobre el proceso de pintado de los frisos. Gran parte de esos datos la obtenemos a partir de un análisis visual obsesivo, que incluye la observación de colores, estilos, técnicas de confección, estados de deterioro, superposiciones, etc.

En cuanto a los análisis químicos de las pinturas y los sedimentos del suelo, hasta ahora no avanzamos mucho; solo pudimos realizar un examen visual con lupa, iluminación artificial incandescente y UV. Pero esperamos obtener las autorizaciones para extraer muestras el año próximo.

12:00 AM

¿Cómo estudiar el antiguo Egipto sin reproducir las relaciones de poder coloniales que históricamente guiaron las investigaciones arqueológicas? ¿Por qué solo el Norte, los países supuestamente desarrollados, pueden hacer arqueología egipcia? ¿Es posible una relación de conocimiento Sur-Sur? ¿Cuál es la potencialidad de estas relaciones, en las cuales el Egipto actual no es solo el telón de fondo exótico de los monumentos?

Sumado a eso, ¿cómo fue el proceso de los múltiples usos de la tumba hasta la actualidad? ¿Cómo fueron esos episodios no-faraónicos de utilización de la tumba? ¿Quiénes vivieron en la tumba hasta hace unos años? ¿Cómo eran las relaciones que estos grupos qurnawis establecían con los frisos pintados? ¿Cuáles eran sus interpretaciones?

Estas son algunas de las preguntas de un proyecto Sur-Sur que busca explorar cuestiones de alcance teórico, histórico y político.

De Catamarca a Lúxor, pasando por San Martín

Lucas Gheco tiene 31 años, pero parece de 20. Es investigador y docente del Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural (TAREA-IIPC) de la UNSAM, becario posdoctoral del Centro de Investigación y Transferencia de Catamarca (CITCA-CONICET), arqueólogo por la Universidad Nacional de Catamarca y doctor en Antropología por la Universidad Nacional de Córdoba. Viene de estudiar el arte rupestre en las cuevas de El Alto-Ancasti, provincia de Catamarca. Ahora participa del Programa Brasileño de Arqueología en Egipto.

Desde fines de 2017, arqueólogos, antropólogos y egiptólogos de la Argentina, Brasil y Egipto estudian una de las tantas tumbas excavadas en el Valle de los Nobles, antigua necrópolis tebana ubicada en la ciudad de Lúxor.

Los directores de la misión conjunta de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en Egipto son José Pellini (UFMG) y Bernarda Marconetto (CONICET-UNC).

La misión 2019 está integrada por José Pellini, Julián Sánchez, Carol Murua y Vanesa Dutra por Brasil; Bernarda Marconetto, Verónica Mors, Alain Viot, Ivana Wolff y Lucas Gheco por la Argentina; y Sameh Mohamed Zaki, del Ministerio de Antigüedades de Egipto.

Si querés tener más información, te recomendamos leer “Lúxor, Caipirinha y Fernet. Arqueología desde el Sur en la necrópolis tebana”.

(Producción y edición: Camila Flynn)

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Nota actualizada el 27 de febrero de 2019

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