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Elecciones en México: El triunfo de López Obrador

Los investigadores de la Escuela de Humanidades Horacio Crespo y Andrés Kozel sostienen que se produjo un profundo cambio en la realidad política mexicana. Además de plantear interrogantes acerca del rol que desempeñaron las clases dominantes en este histórico resultado, repasan los desafíos que enfrentará el líder que tantas esperanzas despierta en los sectores populares y progresistas del país azteca.

Un triunfo basado en una amplia red de acuerdos políticos

 

Por Horacio Crespo, director del Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL)

Las últimas elecciones en México han significado, en una primera aproximación, un profundo cambio en la realidad política del país. Tras dos intentos previos en los que se quejó de haber sufrido fraude electoral, en su tercer intento por lograr la primera magistratura Manuel López Obrador logró un triunfo notable. Logró convocar un amplio movimiento en torno a una idea de cambio social y económico luego de la muy mala administración del presidente saliente Enrique Peña Nieto, miembro del histórico partido oficial, el PRI.

El nuevo presidente, que asumirá en diciembre, enfrenta una situación extremadamente compleja. Una economía enorme, pero casi estancada y con graves desafíos por parte de la administración Trump, que ha impuesto revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte señalando que el tratado habría beneficiado a México en detrimento de los intereses norteamericanos. Una corrupción masiva y crónica en todas las esferas del Estado. La violencia que ha crecido de manera exponencial en el país en los últimos dos períodos presidenciales dejando una aterradora cifra de víctimas, que algunas cifras ubican por encima de las doscientas mil. El crimen organizado, que ha penetrado en gran medida muchos de los niveles del Estado y cuya acción afecta la seguridad y el bienestar de prácticamente todo el país. La situación del campo mexicano, con una crisis productiva sin precedentes y expulsando millones de pobres que ahora ven muy dificultado el ingreso a los Estados Unidos por los controles y la discriminación practicada por la administración de Trump. La pobreza estructural, que afecta a sesenta millones de los ciento quince que habitan el país, sin duda el problema más acuciante y grave de todos. El tejido social del país está seriamente lesionado.

El programa del nuevo presidente se ha fundado en una muy amplia red de acuerdos políticos y en una también muy amplia red de promesas electorales asistenciales a diversos sectores vinculados en especial con los ancianos, los marginales, los pobres extremos y los indígenas. Una piedra angular para López Obrador es la eliminación de la corrupción, que de lograrse posibilitaría el financiamiento de esos programas. Sin duda, lo más relevante, aunque aún no diseñado con claridad, será la reactivación del mercado interno sobre la base de un estímulo importante al consumo popular. La amplitud del triunfo permitirá al presidente una amplia capacidad de maniobra legislativa, incluida la crucial capacidad para realizar reformas constitucionales, que es una prerrogativa del Congreso federal y las legislaturas de los estados.

Aunque suene a retórico es, sin más, la realidad: un desafío formidable. En su haber, López Obrador cuenta con la confianza esperanzada de una gran mayoría del país y la proverbial estabilidad institucional del estado mexicano, que ahora jugará a favor del programa de amplias reformas postulado por el nuevo mandatario y su partido.

López Obrador, esta vez sí

Por Andrés Kozel, investigador del CONICET en el Centro de Estudios Latinoamericanos (CEL)

Esta vez sí, Andrés Manuel López Obrador fue electo presidente de México. ¿Qué significa esta noticia? Ante todo, la consumación de una posibilidad que doce años atrás pareció difuminarse en medio de los intentos del poder para desprestigiar al entonces candidato —que incluyeron la disparatada iniciativa de su desafuero— y, luego, de un proceso electoral signado por denuncias de fraude.

Esta primera comprobación —la de la consumación de una posibilidad antes asfixiada— abre un interrogante sociológicamente pertinente: ¿por qué ahora sí? Poniendo entre paréntesis, por naíf, el argumento de una eventual mayor y, ahora sí, incontenible popularidad de López Obrador y sus propuestas, se abren al menos dos líneas de respuesta. Adentrarse en ellas no supone minusvalorar el trabajo de construcción política de López Obrador y sus seguidores —aquella vez, desde el Partido de la Revolución Democrática; esta, desde el Movimiento Regeneración Nacional—. ¿“Ahora sí” porque el candidato ahora electo ofrece garantías suficientes al establishment? ¿O “ahora sí” porque el repertorio de “soluciones” del establishment se ha agotado? La mera exploración de estas líneas daría lugar a la formulación de nuevas preguntas, suscitadoras de nuevas respuestas, a las que cabe intuir arduas, por decir lo menos. Esto, claro, por la aspereza del contexto internacional, pero no solo por eso.

La noticia igualmente significa, qué duda cabe, la puesta al día de la esperanza. Tanto para los sectores populares como para amplias franjas del progresismo mexicano, López Obrador es el nombre propio de la esperanza. Palabra… ¿simple?, por momentos desgastada, pero que, tomada en serio, se cuenta entre las pocas que todavía debieran estremecernos.

Su rara y profunda comprensión de las necesidades de las vastas masas excluidas o apenas integradas a una sociedad crecientemente desgarrada, así como su estilo pragmático a la vez que engarzado en los rasgos más característicos de la sensibilidad popular ya habían hecho de López Obrador un líder relevante. Pero, a partir de ahora, cada cosa que diga y haga adquirirá proyecciones inusitadas. ¿Cuáles serán los alcances de esa comprensión, de ese estilo? ¿Y cuáles sus márgenes de maniobra?

Los problemas de México son descomunales. El tamaño de su esperanza, también. ¿Cómo se “administra” una esperanza descomunal, tupida, policroma? La esperanza es ante todo de paz y de regeneración moral. “Corrupción” es, en el vocabulario de López Obrador, la palabra que condensa todos los males mexicanos. Decenas de miles de muertos ha sido el saldo de la guerra al narcotráfico en una sociedad en la que muchas zonas de la realidad parecen estar fuera del alcance del estado de derecho. ¿Será capaz el nuevo gobierno de encontrar fórmulas que conduzcan a otros resultados en un país que comparte 3000 kilómetros de frontera con los Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas ilícitas?

La esperanza remite asimismo a las ideas de trabajo, prosperidad, desarrollo, inclusión. La economía mexicana, la segunda de América Latina, luce estancada. ¿Podrá el nuevo gobierno reactivarla? ¿A partir de qué resortes, tramas, sinergias?

La esperanza alude también al reconocimiento genuino de otras matrices civilizacionales. ¿Hallará el nuevo gobierno formas de dar respuesta a las demandas de los pueblos indígenas que habitan uno de los países culturalmente más diversos y con uno de los movimientos reivindicatorios más activos?

Que México retome y protagonice una agenda ligada a la integración latinoamericana es algo muy deseado por nosotros aunque, en este plano, quizá haya que esperar que se produzcan avances en los otros cauces, así como también que se verifiquen (re)emergencias de aliados potenciales en la región.

Nada será simple —¿cómo podría serlo?—, pero la esperanza es algo específicamente pertinaz y, en ocasiones, su sabia “administración” depara pliegues inesperados, giros sorprendentes.

Nota actualizada el 5 de julio de 2018

2 comentarios

  1. Dardo dice:

    Excelente! Tal cual!

  2. Marcia Carmo dice:

    Muy buenos! Los textos de los profesores Kozel y Crespo me han ayudado a entender mucho mejor la elección de López Obrador. Les felicito. Gracias. Saludos.

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