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Más empleo y mejores salarios, las claves de la competitividad

El gobierno ha planteado una falsa disyuntiva: empleos o salarios. No se trata de un discurso novedoso: son las políticas que fracasaron en la década de 1990. El aumento de la productividad es un deseo de todos. La cuestión es definir cómo llegar a ese punto.

Por Carlos Tomada

En enero el Gobierno, a través de su ministro de Hacienda, planteó una falsa disyuntiva: empleos o salarios. Nueve meses después, con la inflación rondando el 45% y la tasa de desempleo de los grandes centros urbanos por encima de los dos dígitos, queda claro que la política económica implementada por Cambiemos atacó tanto al empleo como al salario de los argentinos.

Si vemos la subejecución en políticas activas de empleo (por ejemplo, a fines de septiembre sólo se había ejecutado el 21% del presupuesto dirigido a Formación Profesional), el panorama se torna más preocupante. Ante esta crisis, la reacción gubernamental fue acusar a los trabajadores de poner palos en la rueda e instalar una agenda de flexibilización laboral como único camino posible para alcanzar mayores niveles de competitividad.

En términos de ingresos estamos ante la mayor caída del salario real desde la crisis de 2002. De acuerdo con información elaborada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, el salario medio real se redujo un 11% durante los primeros seis meses del actual gobierno. Frente a esta disminución de poder de compra distintos sectores sindicales han planteado la reapertura de paritarias; planteos que hasta ahora han encontrado sólo negativas de parte del gobierno.

El caso docente, al protagonizar paros nacionales con alto acatamiento, es un claro ejemplo del nivel que está tomando este conflicto. Ante esa negativa oficial, y luego de la última reunión entre el gobierno nacional y la CGT, la discusión pasó a ser el bono de fin de año. Ese bono, aunque bienvenido en pos de recomponer aunque sea en parte los ingresos de los trabajadores, no soluciona la cuestión principal: el atraso del salario de convenio y su impacto también sobre los salarios del año que viene.

Este golpe al bolsillo impacta también en la tasa de desempleo, la cual ya supera el 10% en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mar del Plata. A los despidos masivos que se vivieron estos meses (tanto públicos como privados), a los cientos de miles de puestos de trabajo formales e informales perdidos, se sumó un aumento sustancial de la tasa de actividad, es decir, de gente buscando trabajo.

Ese incremento se puede explicar de manera sencilla: los ingresos que antes alcanzaban a cubrir las necesidades familiares ya no lo hacen. Por ende, otros miembros de la familia (sobre todo, mujeres) salen a buscar trabajo. En la Ciudad de Buenos Aires, según datos de la Dirección General de Estadísticas y Censos, la tasa de actividad femenina saltó de 48,9 a 51,3 interanual; mientras la masculina sólo pasó de 60,3 a 60,5.

Ante esta situación de salarios atrasados y crisis en los niveles de empleo, la respuesta de Cambiemos fue primero negar la situación, luego desoír al parlamento al vetar la Ley de Emergencia Laboral y, por último, plantear una clara agenda flexibilizadora. El propio Presidente ha hablado de ausentismo, conflictividad, alta litigiosidad, y de baja del costo laboral. Se acusa a los trabajadores de ser quienes bloquean las futuras inversiones. En síntesis, se presenta una nueva falsa disyuntiva: derechos laborales o desarrollo.

En realidad no hay nada de nuevo en este discurso. Lo que hoy se plantea como novedoso, como los supuestos que sustentan el proyecto de Empleo Joven que envió el Ejecutivo al Parlamento, son los mismos que fracasaron en la década de 1990. Ni facilitar los despidos, ni bajar cargas patronales, ni quitarle derechos a los trabajadores sirvieron para impedir que el índice de desempleo superara el 20%. Profundizaron el problema.

El discurso que busca justificar este avance sobre los trabajadores es el de los necesarios aumentos de la competitividad y la productividad. En este punto es en donde se observan claramente dos modelos de desarrollo productivo para el país. Uno que, por la vía baja, busca alcanzar esas metas en base a bajos salarios y mayores niveles de explotación. Ya fracasó.

Otro, que pone a la política de ingresos (empleo, salarios y seguridad social) en el centro de las políticas públicas. Y busca, por la vía alta, la calificación laboral continúa, el trabajo decente y el desarrollo de la ciencia y tecnología integrada a la producción. No podemos caer en la trampa de buscar competir con países y regiones donde se hace dumping social. Ese camino es inviable.

El aumento de la productividad es un deseo de todos. La cuestión es definir cómo llegar a ese punto. Si la discusión sobre productividad va a estar centrada sólo en el ausentis mo y la conflictividad entonces no tiene destino. En el debate público el aumento de la productividad no puede ser equivalente a intensificación del rendimiento y menores derechos. Es necesario generar instancias que lleven a aumentar la inversión en tecnología, desarrollar procesos de trabajo modernos y eficientes, incrementar calificaciones obreras y cumplir con el derecho a la información. Esto (y no viejos discursos) redundará en mayor nivel de productividad y mejores condiciones de trabajo.

 

Publicado el 4 de octubre de 2016 en el El Cronistahttp://www.cronista.com/columnistas/Mas-empleo-y-mejores-salarios-las-claves-de-la-competitividad-20161005-0027.html

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Nota actualizada el 10 de mayo de 2017

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