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Le Monde des Livres dedicó una tapa al último libro de Claudio Ingerflom

Le Monde des Livres (el suplemento literario de Le Monde Diplomatique) consagró su tapa del 18 de diciembre al libro del secretario de Investigación de la Escuela de Humanidades, “El Zar soy yo. La impostura permanente, de Ivan el Terrible a Vladimir Putin”, recientemente publicado por Presses Universitaires de France, con la colaboración de la UNSAM. Aquí, la traducción.

La Feria de Zares

Por Pierre Karila-Cohen

Claudio Ingerflom analiza la epidemia de falsos monarcas en Rusia durante los últimos cinco siglos y saca conclusiones sobre la naturaleza del poder. Fascinante.

«Permanecer en el asombro»: tal es el consejo que el historiador Claudio Ingerflom nos lega al término de mas de 500 páginas a la vez eruditas, profundas y divertidas que consagra al fenómeno de la autonominación en la historia rusa.

En efecto, ¿cómo no asombrarse ante la recurrencia de episodios en el curso de los cuales, en la Rusia zarista, monjes, nobles, simples aldeanos declararon ser cada uno el verdadero zar – o su hijo escondido – en lugar del que ya reinaba o se preparaba a hacerlo y al que denunciaban como impostor? Entre principios del siglo XVII y el XX, cientos de falsos zares y zaréviches se dieron a conocer, congregando a veces vastísimos movimientos populares, como en 1773-1774 cuando el cosaco Pugachev declaró ser Pedro III. ¡Sólo de 1762 a 1800, mas de 60 falsos zares se autodesignaron o fueron designados por sus vecinos!

El autor muestra igualmente como esta “epidemia masiva” invadió todas las otras esferas de la vida social y política, particularmente en el siglo XIX: se multiplicaban falsos jueces – organizando falsos juicios – falsos obispos, falsos policías… Estos fenómenos no fueron interrumpidos por la revolución de 1917. Hubo, en los años 1920 y 1930, varios falsos Lenin, un falso Bujarin, que organizó una fronda -contra la colectivización forzosa de la tierra- un falso Trotsky, un falso hijo de Stalin, un Comité Central falso… Sin salir de El Inspector, de Gogol, uno se siente a veces como Alfred Jarry: este gran libro de historia provoca a veces auténticas carcajadas, lo que no es muy corriente.

Incluso si se divierte junto a sus lectores, Claudio Ingerflom toma estos fenómenos de autonominación muy en serio. Nos proporciona un análisis minucioso, a veces un poco intimidante para los no especialistas, pero luminoso en cuanto a las líneas generales de interpretación, que ofrecen una mirada de historiador y de antropólogo sobre la Rusia actual y la de los últimos siglos.

Contra la tesis del “monarquismo ingenuo” desarrollada por muchos historiadores que habían estudiado antes que él algunos de estos episodios, Claudio Ingerflom no ve en estos movimientos un signo de atraso político de quienes participan. Sin embargo, todo pareciera concluir en la irracionalidad de esta conducta colectiva: la búsqueda de marcas dejadas por el Cristo en el cuerpo, rituales de magia alrededor de estas revelaciones, el hecho que en varios episodios los seguidores de los falsos zares conocían su verdadera identidad puesto que habitaban los mismos pueblos que ellos, y la obstinación con la cual los mismos pueblos y aldeas se lanzaban nuevamente en cruzadas por un falso zar apenas unos meses después de un episodio similar que había terminado en una feroz represión: latigazos, lenguas cortadas, fusilamientos.

Para Ingerflom, el pueblo no sólo puede pensar su situación, sino que también es capaz de adoptar los esquemas de los dominantes para trastocar la relación. Por esta razón, la investigación apunta a las prácticas del poder y la construcción secular de la autocracia, frente a la cual la autonominación no es más que un “espejo”. La negativa a permitir una autonomización de la política con respecto a lo religioso, la propensión de los zares de invertir las normas para consolidar su poder y el rechazo de toda forma de representación de la sociedad en los círculos de poder, se combinan para que, simétricamente, el pueblo considere que un zar que no quiere su bien es un “autonombrado”, es decir, un impostor que no fue elegido por Cristo.

Para el autor, habituado a las realidades políticas rusas y soviéticas desde más de treinta años, incluyendo muchos años en el CNRS, la famosa disociación entre “los dos cuerpos del rey”, que puso de relieve Ernst Kantorowicz para la Edad Media Occidental (Gallimard, 1989) no funcionó en Rusia. No había separación entre el cuerpo físico del monarca y el cuerpo simbólico del Estado que significa la continuidad del poder a través de la herencia. Por lo tanto, el cuerpo físico del zar se encontraba sacralizado al extremo, haciendo de su autenticidad un problema más importante que la legitimidad de la acción del Estado, una abstracción durante mucho tiempo ajena a la cultura política rusa.

Arqueando su torso desnudo y musculoso frente a los espectadores, presentado por algunos como el mensajero de Dios que vino a salvar a Rusia, Vladimir Putin se inscribe en una tradición política que ni la revolución bolchevique ni el fin de la URSS erosionaron. Historiador sutil, Ingerflom sabe poner en evidencia los cambios de sentido en diferentes configuraciones de los fenómenos de longue durée y elabora, más allá del caso ruso, una gran reflexión sobre la política.

Impresionante.

 

 

Nota actualizada el 23 de diciembre de 2015

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