Escuela de Humanidades

Entrevista a Mónica Pini: “Hay que reconocer los intereses de los chicos e incorporarlos al sistema”

La directora del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Educación, Cultura y Sociedad, y una de las autoras de “La educación secundaria. ¿Modelo en (re)construcción?”, analiza y debate el futuro del sistema y las estrategias a poner en práctica para mejorarlo.

Por Dolores Caviglia. Fotos: Pablo Carrera Oser.

 

¿Responsabilidad de los alumnos y sus familias o de la institución y las políticas públicas que deberían reflejar el impacto de los nuevos tiempos? La escuela secundaria, que desde 2006 es obligatoria en la Argentina, se encuentra atravesada por diversas situaciones en conflicto: inconvenientes materiales, como la falta de infraestructura acorde para una población cada vez mayor; necesidad de docentes con mejores herramientas pedagógicas; altos índices de deserción; y poca creatividad a la hora de incentivar a los adolescentes en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Mónica Pini, directora del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Educación, Cultura y Sociedad de la Escuela de Humanidades de la UNSAM, participó de las jornadas organizadas en forma conjunta por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y la UNSAM, de las cuales surgió el libro La educación secundaria. ¿Modelo en (re)construcción?

 

-¿Cuáles son los principales ejes que aborda el libro?

-Los temas centrales sobre los que hablamos tienen que ver con marcos políticos y con la influencia de los últimos 15 años en torno a la concepción de la escuela secundaria, que desde 2006 es obligatoria. Si bien hay una ampliación enorme de la matrícula, se pone en discusión qué aprender, cómo aprender. La cuestión de la masificación es un problema, no hay muchos países en que la educación sea tan masiva como en la Argentina ni en que la escuela mantenga las estructuras que tenía cuando era sólo para los que iban a la universidad.

-¿Cómo hacer para adecuar el sistema a los adolescentes de hoy?

-Hay que poner el acento en mejorar la formación docente, en buscar estrategias, tomar lo que los chicos traen, por ejemplo  los recursos audiovisuales. Hay que reconocer los intereses de los chicos e incorporarlos al sistema. Pero no sólo eso, porque hay condiciones de trabajo, estructuras organizativas, infraestructura; nada está acondicionado para que la secundaria funcione bien. Falta un régimen en el que los docentes estén más tiempo con los chicos, no sólo las horas que les toque. En una época tan convulsionada, hay que revisar todo. Desde la política se está revisando, el problema es que como los cambios son vertiginosos también se pretende que la escuela cambie rápidamente.

-¿Hay reticencia al cambio?

-La mayoría de los profesores creció en otra época, por lo que tiene que haber una renovación. Pero aún más que eso, debe ocurrir una renovación de las instituciones porque son culturas institucionales, no personales. Me parece que requiere mucha inversión modificar estas organizaciones por materias, por horas; es poco tiempo el que los docentes pasan en la escuela fuera del horario de clase. Los profesores en estas circunstancias deberían tener más tiempo para tutorías con los alumnos, para trabajar con otros docentes. Hay muchas cosas que se podrían hacer si no fuera que hay docentes que están corriendo de un colegio a otro. No son sólo trabas individuales sino del sistema. Hay que renovar la formación y también las expectativas. No se puede esperar a un alumno que no existe.

-¿Cómo lidian con los prejuicios instalados como el que dice que los chicos no tienen valores ni ganas de estudiar?

-Los chicos realmente están interesados en ir a la escuela. La verdad es que hay muchísima gente adulta jugando con el teléfono todo el tiempo y nadie piensa que a esa gente no le interesa hacer lo que tiene que hacer. Son modas, adicciones. En cada época hubo distractores. Yo no tenía teléfono pero dibujada, miraba por la ventana. Cuando los chicos sienten que a uno le importa es cuando a ellos les empieza a importar. También tienen una rebeldía muy grande cuando no ven que se los reconozca en sus intereses o posibilidades. ¿Qué posibilidades habría de usar eso que ellos manejan en una clase? En el teléfono los chicos tienen internet, pueden buscar cosas. El problema principal tiene que ver más con las estrategias pedagógicas que con la voluntad de los chicos para estudiar. El tema es que los docentes aprenden lo operativo a la par de los chicos pero lo pedagógico lleva bastante más tiempo. Es más trabajoso hacer una clase ampliando la cantidad de recursos. Acá reside la clave. Pero este trabajo no depende sólo de cada docente, depende de las instituciones, de las políticas.

-¿Qué rol juega la familia?

-En estos tiempos se ven muchas acusaciones mutuas. Realmente es una situación tan complicada que justamente ni puede resolverla la escuela sola ni la familia. Pero tampoco sólo ella, sino también otras instituciones, como las barriales. Las situaciones de violencia o de droga o de abandono o de embarazo antes no entraban en la escuela pero ahora sí. Cuando ocurren las cosas, son los docentes lo que están más cerca de los chicos.

-¿Qué pasa con el bullying?

-Es algo que preocupa. Igual los casos extremos son pocos, pero están muy amplificados. Son ejemplos claros de discriminación. Siempre estuvo la gorda, el petiso, la anteojuda. Pero siento que en determinados períodos se agranda más para mostrar las dificultades que enfrenta la escuela. A partir de los 90, hubo una imposición de ese discurso de que todo lo público no sirve, que funcionó para que muchísima gente pasara a sus hijos a escuelas privadas. Entonces, quedó la escuela pública como escuela para pobres. Aunque aumentó la inversión, no se pudo dar vuelta este prejuicio. Alguien en la última campaña electoral dijo: “Si todos los funcionarios mandaran sus hijos a escuelas públicas, el sistema educativo sería genial”. Yo acuerdo bastante con eso, porque el problema con la escuela pública es que a medida que pierde a la clase media deja sola a la gente que tiene menor capacidad de demanda. En vez de demandar al Estado, como se debería hacer, se van a la privada.

-¿Cuán grande es el problema de la deserción?

-El tema está vinculado con esta desarticulación entre intereses de los chicos y la imposibilidad de dar respuesta a eso. Enseguida se considera que el chico tiene dificultades, que no le da. Este es uno de los motivos por los cuales la escuela secundaria de adultos es más de jóvenes y adultos.

-¿En qué se debería trabajar?

-Hay una cantidad de estrategias que se deben trabajar entre docentes y alumnos reales, pero eso no es fácil si desde la dirección y la supervisión no se convierte en prioridad la inclusión de todos los chicos. Hay mucha gente que sigue pensando que hay chicos que ni deberían estar en la escuela. Hay que cambiar la vieja estructura de la escuela para que pueda facilitar una mayor dinámica y un intercambio entre lo que traen los chicos de afuera y lo que la escuela les ofrece. Es la única forma de que los aprendizajes tengan más sentido.

 

Nota actualizada el 23 de febrero de 2015

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