Walter Tournier

Escuela de Arte y Patrimonio, Notas de tapa

Walter Tournier y Geraldo Sarno, en el festival de cine de la UNSAM

Los directores de cine –uno uruguayo, el otro brasileño- llegaron a la Argentina para participar del encuentro organizado por la Unidad Académica de las Artes. Cortos y mediometrajes de toda América Latina forman parte de la primera competencia cinematográfica organizada por la Universidad.

Por Dolores Caviglia – Fotos: Pablo Carrera Oser / Equipo de Comunicación UNSAM

Sin conocerlos personalmente, uno podría deducir cuál de los dos se dedica a los documentales y la ficción, y cuál se especializa en cine de animación para chicos. Geraldo Sarno viste pantalón, camisa, saco de corderoy, bufanda roja y negra y boina. Tiene una barba prolija y canosa, ojos que intimidan y llega a la entrevista a la hora pactada. Walter Tournier aparece una hora más tarde con un atuendo informal, una sonrisa pícara, un sombrero parecido al de Indiana Jones y un libro bajo el brazo que había comprado hacía instantes y que explicaba cómo armar un barco pirata de papel.

Durante su juventud, Sarno no tenía dudas sobre el futuro. Cursaba la carrera de Derecho en Brasil y estaba convencido de que las leyes eran lo suyo. Por esa misma época Tournier había intentado con Arquitectura en Uruguay, pero sin éxito. Años después, cansado y descreído de la historia que contaban los libros sobre América Latina, probó con Arqueología en la Universidad de San Marcos de Perú, pero también terminó abandonando. El cine ya latía en él y era imposible hacerlo a un lado. Al brasileño la pulsión le llegaría tiempo después.

Tournier es director de cine de animación para niños porque quiere “ayudarlos en su formación y en su crecimiento personal: hacerlos pensar”. Siempre le interesaron los más chicos, le atrae la creatividad que tienen, esa “libertad anterior al ingreso en la escuela” que resulta fenomenal para crear y dibujar. Cuando era pequeño le gustaban mucho las manualidades. Su padre era técnico en pianos, se encargaba de  desarmar lo que eran las pianolas, sacaba el sistema que tenían dentro y se llevaba el artefacto a su casa, donde Walter aguardaba fascinado su regreso. En la selva hay mucho por hacer, su primer corto, es de 1973 y es el precursor de las películas de este género en Uruguay. Lo hizo por cuestiones políticas y por pedido de un amigo. “Es el cuento de uno de los primeros presos políticos que hubo en mi país, explicándole a su hija de tres años por qué está preso. Una alegoría sobre los animales de la selva y los cazadores”, dice el cineasta uruguayo. Desde entonces no paró. Es productor y guionista, hizo más de diez cortos infantiles, fue reconocido con premios en todo el continente latinoamericano, incursionó en trabajos para adultos, y en medio y largometrajes. Este año dirigió Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe, una película de animación que relata la historia de Alexander Selkirk, el pirata que vivió cuatro años en el archipiélago chileno Juan Fernández y que inspiró al escritor inglés Daniel Defoe.

Geraldo Sarno

Sarno se especializó en ficción y documentales. De chico jamás pensó que se iba a dedicar al séptimo arte: “El cine fue de verdad casual, no lo esperaba. Lo encontré sin estar preparado para ello”. Fue el cineasta Linduarte Noronha el culpable del acercamiento.  “Empecé a pensar en cine en 1960 cuando vi un documental brasileño muy importante, el creador del modelo en mi país, Aruanda. Lo vi y por primera vez tuve un sentimiento muy fuerte y profundo; vi que mi realidad de infancia y adolescencia podía estar en la pantalla, que antes para mí estaba destinada a los cowboys estadounidenses o al neorrealismo italiano. Cuando entendí que mi realidad podía estar en una sala, quedé impactado. Esa experiencia se quedó en mi cabeza, fue como una iluminación”, dice. La oportunidad le llegó en Cuba tres años más tarde, en medio de un acto en conmemoración a la Revolución. Allí obtuvo una beca del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que le permitió aprender las técnicas que le hacían falta. En 1964 dirigió Viramundo, que detalla la migración desde el nordeste hacia el sudeste de Brasil. Hoy ya no puede discernir entre el cine y su persona: “No sé explicar cómo fue, pero como resultado de todo esto el cine se transformó en el punto central de mi vida. Yo vivo por el cine, todos mis días, todas mis horas, todos mis minutos, cuando duermo o estoy despierto, el centro de mi trabajo intelectual pasa por el cine. Es mi núcleo: lo que pienso, lo que leo, lo que me interesa de la gente, lo que veo en las calles de alguna manera dialoga y va a la construcción de un universo de sensibilidad y conocimiento que tiene como eje central el cine”. Hasta hoy hizo catorce películas y trabajó como guionista en cuatro. En 2010 dirigió O Último Romance de Balzac, obra sobre el escritor francés en la que pudo trabajar sus dos pasiones, el documental y la ficción al mismo tiempo.

Ambos directores concuerdan en que hacer cine en América Latina no es fácil. Para el uruguayo “es difícil hacer cine de animación y no por falta de capacidad, talento o ganas. Hay muy buenos animadores, pero no hay condiciones objetivas para hacerlo. Recién ahora empieza a haber un poco de apoyo, como lo que hace acá en Argentina el canal Pakapaka, que cumple una labor importantísima. Pero se necesitan más medidas estatales, políticas de Estado respecto a la protección de la producción nacional. En la actualidad casi todo viene del extranjero”. El brasileño cree que “las condiciones están dadas solamente para quien busca hacer cine comercial, de entretenimiento”.

Sobre la iniciativa de la UNSAM de hacer un festival de cine, los dos demuestran gran entusiasmo. “Me parece un ejemplo que deben seguir otras universidades. Cosas de este tipo se necesitan en toda América”, dice Tournier. Por su parte Sarno considera que “la cuestión audiovisual, la cuestión de los medios, del lenguaje, es central en el mundo contemporáneo, por lo que no hay un sitio más adecuado para reflexionar sobre ella que la universidad”.

Walter Tournier y Geraldo Sarno, junto al director argentino Pascual Ángel Massarelli, fueron los invitados especiales del Primer Festival Latinoamericano de cine de la Universidad.

 

Nota actualizada el 3 de octubre de 2012

Un comentario

  1. vero dice:

    Muy buenas las fotos!!!

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